publicidad

viernes, 28 de febrero de 2014

La tumba de Violette

Una de las tumbas más populares del cementerio británico es la de la niña Violeta. Se trata de un modesto enterramiento de mármol blanco, adornado con una cruz celta incrustada en un círculo, que es el símbolo cósmico de la vida. Pero lo más singular es el epitafio que figura en su lápida, en el que sus familiares compararon la corta edad de la pequeña desaparecida con la duración de la planta de la que tomó su nombro: “… lo que viven las violetas…”

Saint George cemetery

Año 1787, Carlos III a través de una Real Cédula, prohíbe los entierros intramuros en todos los pueblos y ciudades de España, incluyendo el interior de las iglesias y los espacios parroquiales. Comienza la construcción de numerosos cementerios en las afueras de las ciudades, alejados y aireados, para evitar los contagios y las epidemias que tan de cabeza traen a las autoridades en aquellos tiempos.
Comienzos del siglo XIX, Málaga. La ciudad ya tiene sus nuevos cementerios en funcionamiento, pero en ellos solo tienen cabida los residentes católicos y los aires no soplan demasiado bien para los extranjeros protestantes que abundan en todos los pueblos de la costa andaluza. Los difuntos no católicos son enterrados al anochecer en cualquier lugar discreto, como uso preferente se usan las playas cercanas, donde los cuerpos no tardan en emerger de la arena, siendo arrastrados por las olas hacia el mar o, en el peor de los casos, devorados por las alimañas. En este punto, aparece la figura del cónsul británico William Mark, que lucharía y se preocuparía para que sus conciudadanos tuviesen un entierro digno en estas tierras. Tras años de constantes peticiones, el 11 de abril de 1838, por Real Orden de Fernando VII se cedería un terreno situado en el este de la ciudad a dicho cónsul y se erigió el primer campo santo inglés para protestantes en el Paseo de Reding. El primer cementerio protestante de la Costa del Sol.
El cementerio-jardín, no tardaría en destacar del resto por su belleza. Monumentales panteones y románticos jardínes, donde la naturaleza se mezcla con la muerte. Muchos personajes célebres están enterrados en éste lugar. Robert Boyd, famoso militante liberal que luchó contra el absolutismo de Fernando VII. William Mark, el cónsul y precursor del mismo cementerio. Jorge Guillém, conocido poeta que pidió ser enterrado en éste cementerio. Los marinos alemanes fallecidos en el naufragio en las costas malagueñas de la fragata Gneiseau, allá por el año 1900. La poetísa Gamel Woosley y su esposo, el hispanista Gerald Brenan, que falleció catorce años antes que su esposa y que fue conservado en formol durante esos años en la Universidad de Medicina, y un largo etcétera de personajes de importancia en la vida de Málaga.

Un sueño teñido de sangre

En ocasiones, la adolescencia y el amor desembocan en obsesiones que se llevan por delante cualquier obstáculo que se les interponga. Conozcamos el caso de una de las escritoras más famosas de los últimos tiempos y de sus escabrosos amores adolescentes. Eran jóvenes, inteligentes, brillantes y se creían especiales. Eran más que amigas, se amaban y lo compartían todo, especialmente sus ensoñaciones sobre su relación y su futuro juntas, un mundo imaginario hecho a medida, “Borovnia”, y un amor obsesivo, pero los padres de una de ellas, Juliet, decidieron enviarla a una cura en el sur de África para intentar que mejorara de su tuberculosis.

                                                                   Pauline Parker

                                                                     Juliete Hulme



Pauline procedía de una familia humilde y Juliet provenía de una familia adinerada. Juliet era muy atractiva aunque retraída y Pauline era regordeta, baja de estatura y tímida. Pauline también había sufrido mucho por culpa de su salud, pues tuvo que someterse a varias operaciones que le impidieron practicar deporte.




Pauline y Juliete 



Para evitar que las separaran, Juliet Hulme, de 15 años, y Pauline Parker, de 16, asesinaron a ladrillazos en un parque de Chrischurch, Nueva Zelanda, a la madre de Pauline, Honora Mary Parker, de 45 años, mientras paseaban juntas. Era el 22 de junio de 1954. Habían planeado el asesinato cuidadosamente. Inmediatamente pidieron ayuda explicando que la madre de Pauline se había caído se había golpeado la cabeza con una roca. A pocos metros del cuerpo encontraron el ladrillo envuelto en una media. La cabeza de la mujer estaba destrozada y tenía las manos heridas de intentar defenderse. No había dudas de que había sido brutalmente atacada. La policía sospechó de ellas inmediatamente. Pauline confesó y Juliet lo hizo poco después. Eludieron lapena de muerte por ser menores de 18 años. Cumplieron cinco años y medio en diferentes prisiones de Nueva Zelanda hasta que lograron la libertad condicional con la condición de que no se vieran nunca más. Cambiaron de identidad y se sumergieron en el anonimato hasta que la película Criaturas celestiales rescató su historia....




jueves, 27 de febrero de 2014

La ciudad de la noche eterna

Había oscuridad. Aquél joven se levantó de su cama y la única luz que percibió fue la de una lámpara a su lado en un pequeño buró gris. Se puso de pie y asomó por su ventana; las calles eran negras y gritos desesperados llegaban a sus oídos pidiendo ayuda: era la voz de una mujer, sin embargo no podía ver nada porque todo era negro a sus ojos; tomó una linterna. El alumbrado público se había apagado por quinta vez en menos de veinticuatro horas… algo andaba mal. Hacía tiempo que extrañas criaturas rondaban libremente en la oscuridad como si se trataran de meras sombras que nadie podía percibir; no sabían cuantas ni donde estaban, solo debían tomar en cuenta que, cuando la luz era escasa, extraños sonidos comenzaban a emerger y era momento de tomar linternas en mano y alumbrarse. La oscuridad era peligrosa. Había momentos en que la oscuridad se propagaba tan rápido que podía tragarse la luz y con ella a los habitantes de la ciudad… y todo quedaba en el olvido. Nadie recordaba como se había dado el hecho de que la luz del día desapareciese. Todos los edificios y calles de esta ciudad estaban muy bien alumbrados, dándole a sus habitantes lo mas cercano a una vida normal; una vida feliz. Incluso la gente llegaba a creer que esa era la verdadera luz del sol, aún cuando hacía mucho que el astro no aparecía en el cielo. El alumbrado público estaba enfilado por las calles; lámpara tras lámpara iluminaban toda la ciudad; la oscuridad era peligrosa. Era común leer en los periódicos que gente desaparecía y era devorada por lo que no podían ver… solo quedaban rastros de sangre en el pavimento y ropa tendida como evidencia. Era peor que una epidemia. El joven notó que el alumbrado volvía a encenderse; se asomó y vio solo algunas ropas en la calle. Un caminillo de sangre se alcanzaba a ver a su lado. Él se sintió asustado y solo; se puso una gabardina negra y salió de casa para ver si podía hacer algo por aquella mujer, aunque sabía en lo más profundo de su ser que no tenía remedio. Caminó por las calles de la Ciudad de la Noche Eterna, pensando. ¿Y si todas las lámparas se apagasen? ¿Qué sería de ellos? ¿De la ciudad? Un extraño gesto apareció en su rostro al ver que, frente a él, después de caminar unas cuantas cuadras, todo el alumbrado se apagaba repentinamente; se giró para mirar a su espalda y notó que lo mismo ocurría. Se paró debajo de la lámpara que tenía más cerca… la única que mantuvo su luz. Después de unos minutos la oscuridad se tragó la ciudad y gritos desesperados se escucharon por doquier; pedían ayuda. Sonidos extraños e irreconocibles apagaron los gritos: criqueteos, dientes, huesos rotos y roídos… El joven aún tenía ese mismo gesto extraño en su semblante; terror y duda. A su alrededor, lejos de la luz que le protegía, podía distinguir un fuerte siseo; eran “Ellos”. La luz de la lámpara bajo la que estaba comenzó a tintinear; el joven se pasó la lengua por los labios y sonrió temeroso. Súbitamente la luz se apagó por completo; algo rozó sus piernas. No podía ver nada. Escuchó una respiración en su oído y un escalofrío le recorrió el cuerpo: –Bienvenido seas a nuestro mundo –Escuchó antes de morir.

miércoles, 26 de febrero de 2014

EL CALLEJÓN DEL DIABLO

hasta hace algunos años existía, a corta distancia de lo que hoy es el centro de la ciudad de tlaxcala , una estrecha callejuela conocida con el nombre de callejón del diablo. la citada vía, que empezaba en el descampado de san martín y desembocaba en la zanja, consistía en un pasadizo sombrío bordeado de árboles frondosos y atravesaba un paraje solitario en el que, a modo de vivienda, se descubría una casucha paupérrima habitada por un tísico. como se comprende, ya sea por el enfermo, por el nombre del callejón o quizá por su lobreguez, el hecho es que poca gente se aventuraba de día por esa ruta; y quien la utilizaba, procuraba salvar su recorrido apresuradamente. naturalmente, de noche únicamente los temerarios se atrevían a cruzar la tal callejuela; teniendo para ello que valerse de todos sus sentidos, pues después del ocaso reinaba allí una profunda obscuridad. y viene el cuento. en cierta ocasión, uno de aquellos bravos que son capaces de tragarse el propio diablo volvía a casa, luego de una sabrosa plática con sus compañeros de la ritual tertulia nocturna. se internó en el callejón y, hallándose casi a mitad del camino, acertó a vislumbrar una figura que se apoyaba en el tronco de uno de los árboles mencionados. tuvo un ligero sobresalto, per inmediatamente se recuperó y mustió para sus adentros: ¿con que forajidos a mí, eh? ¡ahora verás!. y empuñando las manos, se dirigió resueltamente hacia el sujeto. ya se encontraba a unos metros del individuo cuando, de pronto, se iluminó la escena y surgió ante los ojos del valiente un ser horrendo que reía malignamente. el noctámbulo sintió que la tierra se hundía bajo sus plantas; pero, acicateado por su instinto de conservación, en lugar de desmayarse se puso pies en polvorosa, logrando así evadirse de una segura desgracia. la noticia de que el callejón de marras se aparecía el demonio cundió entre la población y, a consecuencia del incidente ocurrido al trasnochador de la historia, se propagó que otras personas ya habían sido asustadas por el monstruoso espectro. y, si regularmente el callejón era escasamente transitado en las noches, al comprobarse que lucifer se había establecido en él, ya nadie osaba ni por equivocación usar este camino después de ocultarse el sol. y, como sucede siempre que se trata de las calamidades públicas, alguien ducho en cuestiones diabólicas aconsejó que, para evitar que el diablo comenzara a incursionar fuera de su reducto y se abatiese sobre la comunidad quién sabe con qué malditos fines, se depositaran diariamente bajo el árbol infernal algunas ofrendas, de preferencia joyas y monedas de oro. y así se hizo. lo curioso del caso es que los supersticiosos que todas las mañanas iban a dejar obsequios a satán, observaban que los del día anterior se habían esfumado, lo que les afirmaba en su convicción de que el diablo se complacía con los regalos que el pueblo le brindaba. pero el misterio llegó a oídos de dos fornidos pescadores sanfrancisqueños, que ya se las habían visto en sus correrías marinas hasta con basiliscos, de manera que estaban curados de espanto. y dialogaron así los lobos de mar: ¿qué te parece lo del diablo de san martín? a mi me parece que hay gato encerrado, y que el diablo ése tiene costumbres de ratero. y tengo para mí que, como buenos hijos de dios, si hay algo que no debemos permitir es el robo a sus ovejas, aunque el ladrón sea el mismo belcebú ¿crees que podamos hacer algo?, preguntó el primero; sospecho que sí, contestó filosóficamente el interpelado. esa vez, al filo de la medianoche, dos siluetas penetraron resueltamente en el pavoroso callejón. y, como es de rigor, el presunto diablo esperaba pacientemente apoyado en su árbol para infundir el terror del más allá al desprevenido transeúnte que se arriesgase a ingresar en aquellos dominios del infierno. ya estaba el padre de las tinieblas listo para encender su cartucho de azufre y mostrarse a los que se aproximaban cuando súbitamente, a la luz de una antorcha nacida de la nada, vio emerger la imagen peluda, armada de negros cuernos y larga cola, del auténtico satanás. no se reponía todavía de la sorpresa cuando experimento en las posaderas la mordedura de un fuego que le quemaba las entrañas, y que no era más que un tizón al rojo vivo que diestramente acababa de aplicarle en esa región uno de los pescadores; pues ya supondrá el lector que los sanfrancisqueños eran los autores del contraataque diabluno. presa de un pánico indescriptible, el cavernícola sólo atinó a decir: ¡jesús, el diablo quiere llevarme!; y, profiriendo aullidos demoníacos, emprendió velocísima carrera, comparados con la cual los récords olímpicos no son sino juegos de niños. a la noche siguiente, los pescadores se apostaron en el callejón, y, aunque montaron guardia hasta el alba, el diablo no apareció por ningún lado. sin embargo, al poco tiempo de la vergonzosa retirada del adversario, se averiguó que un prominente personaje de la localidad se debatía entre la vida y la muerte a causa de una extraña y repentina enfermedad que, en forma de llagas, se le manifestó en los glúteos, aparentemente producidas por quemaduras profundas. el individuo sanó porque, según opinión del vulgo, se arrepintió de sus culpas y donó a una institución para pobres un lote de joyas, entre las cuales muchos creyeron reconocer las que ofrecieron al diablo junto al árbol. así fue ahuyentado el angel malo de su madriguera de san martín. y solamente quedó como recuerdo de los sucesos acaecidos el sugestivo nombre de callejón del diablo con que se designó durante largos años al siniestro recoveco antes de que, con el avance de la urbanización, desapareciera definitivamente de la red de vías pintorescas de la ciudad.

Juguemos...

Tengo miedo. No quería venir aquí pero al final me han convencido. Pero no quería… Ir al cementerio no entra dentro de mi idea de una noche divertida. Además solo tengo once años, ya tendré tiempo de ir al cementerio cuando me muera. El cementerio de mi pueblo queda además en las afueras, tardaría más de 10 minutos en volver a casa corriendo si pasara algo. ¿Qué? ¿Que puede pasar? Yo que sé. A Juan se le ocurrió la absurda idea de ir a jugar al cementerio. Al escondite nada menos. Es el más valiente de nosotros tres, dice que esto para el no es nada. Puede que no para él, pero para mí si lo es, es algo, algo que me aterra. No es que Luis sea muy valiente, pero no quiso echarse atrás, quizá por vergüenza. Aun así, Luis es más valiente que yo. Bueno, ha llegado la hora de echarnos a suertes quien se la queda. -Lo decidiremos a piedra papel tijera. -dice Juan. Es algo razonable, lo único que puede haber de razonable estando en un cementerio a la una y media de la mañana para jugar al escondite, todo es una locura, pero es razonable sortear quien se la queda jugándonoslo a piedra papel o tijera. Hay una probabilidad entre tres de que me la quede yo, espero tener suerte, no sería justo ser el que más miedo tiene y quedármela yo. Bien vamos allá. Tres dos uno… Yo he sacado una piedra y Juan y Luis un papel, está claro, he perdido y a la primera. Me están entrando ganas de gritar, tengo que aguantarme, mi respiración se acelera. Me han dicho que cuente hasta cincuenta en el ciprés que hay cerca de la entrada, y que luego los busque, solo eso, casi nada. Estoy ya de espaldas a ellos junto al ciprés, ya han comenzado a esconderse, no me ven ni me oyen, ya no aguanto más. Me he puesto a llorar en voz baja, ¿qué demonios hago aquí? ¿Cómo me deje convencer? Bien, ya ha pasado un rato, me he limpiado las lágrimas con la manga y ya no se me nota que he llorado (creo). El cementerio es muy grande, yo en cambio soy muy pequeño. Estoy mirando desde el ciprés y no veo nada, tampoco oigo nada, no están por aquí cerca, seguro que se han escondido en lo más profundo. Un momento ¿y si oigo o veo algo y no son ni Juan ni Luis? Creo que me moriría aquí mismo. Me cuesta empezar a andar, todo mi miedo se ha concentrado en mis pies, los siento muy raros. No estoy seguro, pero creo que me costaría hablar. Bien empecemos, hay mucho sitio por donde buscar. El cementerio tiene forma de rectángulo (más o menos), yo estoy en uno de los extremos, enfrente de mí hay tumbas individuales pulcramente organizadas formando lo que podría llamarse calles. Más adelante (hacia la mitad del rectángulo) está todo ocupado por criptas y tumbas individuales (pero estas más grandes y sofisticadas que las otras), creo que esto ocupa más de tres campos de fútbol grandes en total. Empiezo a andar, no oigo ni veo nada anormal. Intento no hacer ruido para que mis pisadas no corrompan el silencio del cementerio, como si al hacer ruido estuviera molestando a los muertos en su eterno descanso. Parecían estar diciéndome que si yo les molestaba, ellos también podrían molestarme, vaya que sí podrían. Muy despacio empiezo a mirar por la primera calle todos los nichos vacíos en los que puedan estar Juan y Luis (ya tendrán tiempo de estar en los llenos en el futuro, todo el tiempo del mundo), para encontrarlos de una vez, ir corriendo hasta el ciprés, y terminar el juego. Sería fantástico encontrarlos a la primera. En la primera calle no están, solo hay gente muerta. Que tranquilo está todo, no tranquilo no es la palabra, está muerto, todo está muerto, exceptuándonos a mí, a Juan y a Luis. Tres almas vivas en la casa de las almas muertas. Mirare ahora en la segunda calle, un momento ¿que es eso? Ah sí, es la tumba de mi abuelo, estuve aquí hace unos años, cuando murió. DAVID LÓPEZ ESTERUELAS 1910-1998. Era mi abuelo paterno, a mi me pusieron su mismo nombre, me llamo David López Blanco, es un nombre muy parecido al de mi abuelo. Cuando yo muera(dentro de 100 años más o menos) mi nombre estará escrito en una tumba como esta, ni mejor ni peor, la gente que pase por ella ya sea para llorarme o para jugar al escondite, podrá leer en ella mi nombre. A mí no me importara porque estaré muerto. Continuo mi ronda, empiezo a estar más relajado, no se porque pero tengo un mal presentimiento. -Nos has despertado- dice una voz. No, no puedo respirar, porque me pasa a mí esto, me lleva la mierda. Oigo una risa estentórea de Juan, que hijo de puta, se me acaba de pasar el susto, no del todo, pero se me pasa. Les estoy oyendo correr, no hay duda de que van hacia el otro extremo del cementerio, bien, esto quiere decir que no voy a tener que mirar más calles, se han ido hacia los mortuorios, se habrán escondido detrás de una gran cruz u otra figura similar. No tengo prisa, que se escondan lo mejor que puedan, en cuanto les vea, nos iremos a casa, les guste o no. El mármol blanco de las tumbas hace un feo contraste con lo negro de la noche, no es una visión. Muy agradable. He visto muchas películas de terror, y no hay cosa que me dé más miedo que la visión del blanco de las tumbas con el negro de la noche. Bueno, de lo malo, malo, parece que mi sensación de pánico se está disipando, (poco a poco, claro) ya no siento ganas de gritar ni de llorar, pero sigo estando algo asustado. Al fin y al cabo, esta no es la peor situación en la que me he visto. El año pasado, una vez jugando por la noche a tocar timbres y escapar, el señor Matías (nuestro borrachín local), que tiene ya cerca de setenta años, nos pilló “infraganti”, porque dio la casualidad de que estaba en la puerta a punto de salir para ir al bar y comenzó a pegarnos con su bastón sin ninguna intención de hacer amagos porque fuésemos unos niños. A mí no me pilló, pero a Luis le dio un fuerte golpe en la cabeza que le hizo un chichón bastante grande y le hizo sangrar. No le dijimos nada a nuestros padres por miedo a que nos castigaran, y además a Luis aquello le sirvió para jactarse entre todos los niños de haber recibido un fuerte golpe y no atemorizarse por ello, ya que seguimos yendo a tocar timbres a la semana siguiente. Luis el valiente. La noche se está despejando, la luna (cuarto menguante) brilla en el cielo ahora sin nubes, si, pensándolo mejor nunca tuve tanto miedo como cuando el señor Matías casi nos muele a golpes con su bastón. Pero como era (bueno es) solo un viejo borrachín, pudimos escapar sin problemas. Hoy solo es un día mas de diversión, Hasta me estoy empezando a encontrar medianamente a gusto aquí en el cementerio. Dicen que en la ciudad de los ciegos el tuerto es el rey, pues bien, en la ciudad de los muertos el vivo (ósea yo) debe ser el rey también. Estoy vivo, y nada tengo que temer de los que no lo están, soy el rey de la ciudad (bueno, Luis y Juan también) aquí y ahora. Miro mi reloj luminoso, son las dos de la mañana. Bien, encontrare a ese par de estúpidos y nos iremos a casa que ya se está haciendo tarde. Oigo voces, no me asustarán esta vez les he reconocido a la primera. Luis ha dicho algo en voz alta, luego los dos han gritado bastante fuerte como si se asustaran de algo, un golpe de algo pesado cayendo al suelo y luego silencio. Me han dado una pista de donde están, solo he de seguir el ruido. Que cabrones han ido a esconderse detrás de la última cripta. El brazo derecho y parte del torso de Juan (creo) asoma detrás de la cripta más alejado. Además los muy idiotas se han ido a esconder detrás de una cripta de las que no tienen ninguna figura, que idiotas con las estatuas y cruces tan grandes que tienen la mayoría. Bueno la mayoría no, esa es la única que no tiene figura. Los pobrecillos deben han sido bastante tontos (en la ciudad de los tontos el normal es el rey) , ahora Luis (creo) asoma su mano por el otro lado del mortuorio encima la mueve bruscamente, para que yo lo vea mejor. Estoy a veinte metros de ellos y ya hasta los oigo gritar y jadear como locos en un manicomio. Ya está. Ahora mismo vuelvo al ciprés y daré por ellos como que les he descubierto. Si me acerco demasiado pueden echar a correr y ser más rápidos que yo, de hecho si ahora mismo se pusiesen a correr quizá me alcanzarían. No, no quieren correr parece, peor para ellos, volveré andando en un apacible paseo, sin prisas ni miedo, ¡Soy el rey de la ciudad! Puede que siga siendo un miedica al lado de Juan y sobre todo de Luis, pero ya no me dan miedo los cementerios, desde hoy. Me siento poderoso no se es muy raro. Bien, ya estoy en el ciprés. -¡UN DOS TRES POR JUAN Y LUIS! Espero, parece que no quieren venir. Está claro quieren que vuelva y darme un buen susto. Darle un susto a David el miedica. Lo admito, tiemblo de pánico en verano cuando vamos a nadar al río o a la piscina municipal, no creo que aprenda a nadar nunca, pero he aprendido a “nadar” en los cementerios no hay duda. ¡Ese par de imbéciles¡ Siguen ahí detrás del mortuorio sin figura ¿Serán tan tontos de creer que no les veo? Al menos el que parece Luis ha tenido la decencia de dejar de agitar la mano, pero aun así le sigo viendo, ¿Es que no se da cuenta? Estoy ha cinco metros de ellos y aun no les oigo decir nada, los muy idiotas son capaces de haberse quedado dormidos. ¡OHHHHH! ¡DIOS MIO! Había una razón para que no se movieran…Una especie de santo (la figura que debía de llevar el mortuorio ) se ha caído encima de Juan y Luis¡ Por eso Luis movía la mano bruscamente, y aquellos jadeos. Cuando los encontré estaban agonizando, ambos tienen aplastadas las cabezas, esto no puede estar pasando. Me tranquilizaré, ahora voy a dar media vuelta y me iré despacio, por donde he venido, ha pasado algo terrible, pero al menos yo estoy bien. En una cripta cercana hay una estatua de un santo que tiene algo raro ¿Qué es? Ah, Juan le ha puesto su gorra en la cabeza jugando antes (cuando estaba vivo) quizá quince minutos antes (respiraba) antes de… Bueno, de eso. No pasa nada me iré a casa y contaré todo, me he quedado sin mis mejores amigos pero estoy vivo. No podré estar sin desquiciarme por completo durante mucho tiempo, pero aguantaré hasta llegar a casa, si aguantaré. Pero no pueden ver los adultos cuando lleguen esa gorra ahí encima de la cabeza de San lo que sea. Un momento y listo. Subo con cuidado a la tapa del mortuorio, me agarro a san lo que sea, bien… un rato mas…¡OHHH NOOOOOO! La estatua se mueve, yo me caigo con ella, ¡PUTA MADRE! Apenas consigo ver nada en la noche, estoy tumbado boca arriba. La estatua de este hijo de puta (ya no tiene para mí consideración de santo) me ha caído encima. Aunque no lo veo, siento que mi caja torácica ha encogido claramente, y siento una agonía de dolor en cada latido de mi corazón. Si ahora mismo viniera alguien aquí creo que me podría salvar. Aún tengo posibilidades, yo no voy a acabar como Juan y Luis. Pronto amanecerá y vendrá alguien, no tengo de que preocuparme. Yo no voy a acabar como ellos, no yo no. - Aquí los reyes somos nosotros ¿qué te creías? ¿Qué es esa voz? Debe ser una alucinación. Los muertos no hablan. Qué raro, me está entrando sueño, normal, hace rato que debiera estar en la cama. Seguro que me despertaré en el hospital y los médicos ya me habrán curado, todo habrá quedado en un susto. Que sueño, un poco que duerma no me hará mal, me ayudará a ahorrar energía así aguantare más tiempo. Pero seguro que no tardan mucho en encontrarme. Que sueño. Que sueño, tengo mucho sueño…

martes, 25 de febrero de 2014

El cuarto del monstruo

-No, mamá… no me encierres en el cuarto del monstruo… - gimió Andrés. -Andrés, deja de lloriquear y acepta el castigo como un niño grande - contestó María. Además, te he dicho mil veces que olvides esa patraña del monstruo que ya somos mayorcitos. -Pero no fui yo quien pinté la pared de mi cuarto, fue Luis. -No acuses a tu hermano, sabes que fuiste tú. Te manchaste las manos de pintura. -Porque quise borrarlo para que no lo vieras. -Se acabó la discusión. Reconoce tus errores y acepta el castigo. -Pero mamá, el monstruo… -¡Se acabó! Los monstruos no existen, solo buscas eludir tu castigo. -Me comerá…- sollozó Andrés entre lágrimas. Andrés, con sus diez años recién cumplidos, sabía entre otras cosas que lo reyes magos eran los padres, sabía cómo se hacían los niños, y también sabía que los monstruos no existen. Pero también sabía que si no entraba en el cuarto del monstruo, no tenía que preocuparse por eso. Su hermano pequeño, Luis, observaba la escena desde el pasillo con el miedo pintado en su cara, ante la posibilidad de que a su hermano mayor le hicieran entrar en aquel cuarto. Andrés le había explicado infinidad de historias sobre él, y Luis, por supuesto, las creía todas a pies juntillas, (los hermanos mayores lo sabían todo). Andrés le miraba intentando que su hermano aceptara la autoría del suceso y le evitara así el castigo que se le venía encima, pero el terror en los ojos del pequeño le hizo comprender que no sería así. -Mamá, por favor, te lo suplico… -Si no entras ahora mismo no saldrás hasta la hora de la cena. Andrés abandonó toda esperanza de evitar lo inevitable. Bajó la cabeza y una lágrima se precipitó en caída libre hasta la moqueta. Dio media vuelta sobre sus pies y un paso tras de otro, mirando al suelo, se encaminó hacia la planta baja donde se ubicaba el cuarto de los trastos. Su madre le vio desaparecer escaleras abajo poniendo los ojos en blanco, preguntándose que había hecho ella para tener que lidiar con un hijo como aquel. Fue la última vez que vio a Andrés. La policía dijo que debió salir por la puerta del garaje y perderse después por las calles de la urbanización, con la oscuridad y el frio por techo. Que podría haber caído en un canal de agua de riego cercano, o haber llegado a la carretera, o… Se hicieron muchas conjeturas pero nunca encontraron a Andrés. Pasaron dos años con todos sus segundos, uno detrás de otro. Y María olvidó que tenía otro hijo, incluso olvidó que ella misma estaba viva. Sus cajones se llenaron de píldoras y sus ojos de dolor y de amargura. El día que llamo la policía para comunicarle que el expediente de la desaparición de su hijo sería archivado, María supo lo que tenía que hacer. Entró en la habitación de su hijo y cogió la fotografía que mostraba a Andrés y a ella en la puerta de entrada a casa, unas semanas antes del día en que cambió su vida para siempre. Su corazón se comprimió un poco más y acabó por exprimir las últimas gotas de sensibilidad que quedaban en sus venas. Con la fotografía en la mano bajó las escaleras que conducían al garaje, que no había vuelto a pisar desde entonces. La puerta del cuarto en cuestión estaba abierta, como si quisiera invitarla a discutir sobre un problema largamente demorado. Se detuvo justo delante y con los ojos perdidos en una dimensión solamente discernible por las personas que han sufrido un dolor intolerable, miró. Y vio lo que había bajado a ver. -Ya voy cariño…- dijo con un hilo de voz. Lo último que notó antes de entrar en esa inmensa boca fue su aliento.

El hombre de negro

Y como siempre, allí estábamos los de siempre, haciendo lo de siempre. Sentados en la oscuridad, alejados de todo aquel que solo quería imponernos algo. Todos hablábamos, reíamos, bebíamos y todas esas cosas que haces con los amigos. Cuando mejor lo pasábamos, Carol, mi mejor amiga empezó a llorar mientras gritaba que en el fondo en la oscuridad había alguien que vestía de negro y estaba tan pálido (o al menos eso vio) que parecía un muerto. Todos comenzamos a reírnos y le dijimos que dejara de beber. Ella insistió. Dos de los chicos que estaban con nosotras se ofrecieron a acompañarla hasta el sitio para que se convenciera de que allí no había nada ni nadie. Al final fuimos todos. Llegamos, miramos por todas partes y, como habíamos pensado, no había nada; mejor dicho, nadie. A Carolina se le pasó el susto. Volvimos a crear el ambiente que teníamos, cuando vi algo: era ese hombre, el de negro. Me entró tal miedo que comencé a gritar. Los chicos pusieron cara de mosqueo y nos empezaron a decir que la broma había estado muy bien pero que paráramos, que se estaba haciendo pesada. Nosotras no dejábamos de decir que aquello no era una broma, que habíamos visto a aquel hombre o lo que fuese. Después de un rato decidimos quedarnos allí un poco más, pero esta vez cambiamos los sitios. Cuando más a gusto estábamos, uno de los chicos, Juan, le dijo a otro que mirase al fondo. Este se levanto y dijo gritando ¡¡¡¡CORRED!!!! No tuve tiempo a girarme y mirar, pero sé lo que vieron. ¡¡¡SI!!! Sé que habíamos bebido, y también se que cuando se bebe se puede llegar a ver cosas que en realidad no están pasando pero en este caso lo vimos cuatro personas. No volvimos a aquel sitio nunca más.”

Laguna negra

Diario encontrado en la casa bajo investigación. Las entradas a continuación han sido las seleccionadas para el estudio del caso. Leer con cautela. Aseguro ante el Dios Todopoderoso que rige este universo que no existe mayor tragedia concebida que la que me ha tocado vivir a mí en esta Tierra mía, que aún a pesar de todas estas adversidades me es imposible dejar de querer; aún más que a sus habitantes. A la hora de buscar responsables no soy capaz de señalar con el dedo a nadie (aunque no niego que me encantaría hacerlo), puesto que estas aberraciones sólo pueden ser en contra de la bondad y atentan contra todo orden y naturaleza lógica y racional. Aún con estas ideas claras, no dejo de preguntarme… ¿Es acaso todo esto un castigo? ¿Quizá, inclusive, de orden divino? ¿Hice algo mal? Preguntas todas a las que soy incapaz de encontrarles una solución concreta o una verdaderamente satisfactoria. Es mi existencia misma la que se deshace en cenizas por culpa de esta maldición, de este cruel tormento que desconozco y tampoco logro explicarme con claridad. Creo que sólo Él sabe cuántas personas más en este mundo están en este mismísimo momento compartiendo mi desgracia, mi triste destino en estos precisos segundos, mientras respiro y escribo lo más rápidamente posible lo que sé de mis hechos… provocado todo esto, cual tormenta, por culpa del misterioso, inexplicable e impredecible destino; la condenada diosa de la fortuna que ata nuestras almas a grandes alegrías y horribles desgracias en un mismo y gran paquete. Ya tan sólo quisiera volver a entender y asumir, racionalmente y sin conflictos, el por qué me ha pasado esto a mí. Quisiera poder encontrar nuevamente la raíz de todo esto… pero eso ya no puedo recordarlo. Todo este auténtico y desatado caos comenzó, para mí, esta mañana al despertarme de un enigmático sueño, que me dejó profundamente perturbada y preocupada en un principio. A pesar de que la mayoría de las veces me olvido inmediatamente de mis sueños, pude llegar a recordar este por completo; lo que a mi parecer lo tornaba más preocupante. Recuerdo que al despertar me parecía más una señal que un sueño. Con relación a estos, había muchas veces escuchado antes, de boca de los cotilleos con mis antiguas compañeras de curso, de algunas de mis actuales amigas o incluso de las tardes de ocio en la radio, testimonios insólitos o sorprendentes de señales oníricas y usualmente asociadas a lo divino o a lo espiritual; contado todo aquello en un tono tan alucinante, poco coherente y creíble para mí que siempre me generó una ligera aversión, pues siempre me consideré demasiado racionalista para creerme esa clase de cosas sobre las señales y lo paranormal. Sin embargo, no había conseguido experimentar por mí misma un sueño de aquel tipo, lo que por lo menos en mí había podido crear el escepticismo que llevaba a aquellas evidencias y testimonios… hasta ahora. ¡Oh, Dios Mío! Si entonces hubiera sabido… ¿Habría cambiado algo? Dentro de mi curioso letargo había tenido la visión de que recorría vastos y largos valles… todos llenos de un maravilloso esplendor, verdes y tranquilas praderas… y hermosos campos llenos de flores y otras maravillas bajo un hermoso sol de verano que irradiaba calma y amor. No podía evitar sentirme libre y feliz en aquel pequeño paraíso lleno de tantas cosas tan simples y tan bellas a la vez. Pero repentinamente vino un cambio en el ambiente. Sorpresivamente me topé en mi camino de felicidad con una enorme y oscura caverna a la que, luego de unos segundos de peculiar duda, finalmente decidí adentrarme… pues basta mencionar sobre mis razones que por algún extraño motivo imposible de describir me sentí súbitamente incapaz de volver mis pasos hacia atrás. Esta caverna contenía algo inexplicable… que la hacía profundamente llamativa e irresistible. Sentía fluir en mi mente múltiples promesas de goce y felicidad a cambio de mi actual estilo de vida silvestre y relajado. Tentada estaba de partir hacia aquel mundo nuevo que tanto prometía; así que acepté el pacto. Decidí dejar mi vieja vida atrás. Antes de partir, sin embargo, contemplé por última vez toda la belleza que todavía me rodeaba… y que seguiría estando ahí por siempre, y me adentré finalmente en la oscuridad; completando así el intercambio en busca del cumplimiento de aquellas mejores promesas. Pero no pasó mucho tiempo para que me terminara perdiendo en una oscuridad infinita por un espacio de tiempo imposible de calcular por métodos humanos, sin hallar aquello que esperaba encontrar cuando decidí entrar al tétrico antro, donde parecía que cada segundo se me hacía eterno. El frío que había en el interior me doblegaba, y a medida que avanzaba, con cada paso me sentía más sola y asustada, sumada además la constante y creciente nostalgia por lo perdido. Pero no podía ya regresar. Mi avaricia me había traído y ahora debía pagar mi ingenuidad. A medida que avanzaba podía percibir cosas a mi alrededor alimentando mis miedos, mientras se ahogaban ellas mismas en la extrema negrura. Sentía cómo aquellas presencias se congregaban lentamente en las sombras y se acercaban reptando hacia a mí. Eran criaturas o entes desconocidos que comenzaron a tocarme con sus asquerosas y pegajosas extremidades mientras avanzaba enceguecida; tornando más pesado mi cuerpo —y dificultando así mi progreso— con aquel desagradable y viscoso toque. Después de un tiempo indefinido en el que creí que sería absorbida por las monstruosidades en las sombras, se fueron, y no tuve que preguntarme el por qué demasiado tiempo. La esperanza creció profundamente en mi corazón de nuevo al lograr encontrar la salida de la caverna, que tenía una luz casi enceguecedora que había repelido toda clase de sombras. Luego de unos segundos de espera para que mis ojos se acostumbraran nuevamente a la luz fui capaz de ver el otro lado —La salida—, y detrás yacía aquella hermosa vida de libertad y tranquilidad, que decidí egoístamente abandonar, esperando mi añorado regreso. Sólo se interponía entre mí y la felicidad una oscura laguna… que no suavizaba sus colores ni siquiera con la brillante luz del sol del exterior sobre su extremadamente tranquila superficie. Y aún así me arriesgué a nadar y cruzar el río para intentar recuperar lo que había perdido. Sin embargo sólo logré avanzar un poco. Repentinamente advertí que mi cuerpo, inevitablemente y para mi absoluto horror, se comenzaba a hundir más y más profundamente en el negro abismo. La sensación tan brutalmente real de ahogo y desesperación que me engullían provocaron que me despertara bruscamente… y al hacerlo en mi cabeza se produjo un enorme dolor que me hizo llevarme ambas manos a ella, en silencio mientras el dolor se esfumaba, semejante a como si en mi mente se hubiera producido una resonancia, un eco infinito; la misma escena repetida miles de veces en el pasado… y repitiéndose en mi presente y mi futuro. Ya despierta me dirigí hacia la ventana para mirar mi jardín —como hacía todas las mañanas, también esta vez para pasar el mal momento de aquel sueño— y entonces, para mi asombro y desconcierto total, pude ver que habían puesto gruesos barrotes en mi ventana… tras los cuales noté un hermoso día de verano en mi jardín. El agradable viento en forma de pequeña brisa descendió en susurro a mi habitación, acariciando mi cuerpo en aquella cálida mañana. “Extraño”, pensaba tranquilamente mientras contemplaba el hermoso cielo azul por la ventana de mi habitación, mi pequeña ventana al mundo, “Ayer era un día de invierno”. Entonces, ya intrigada, miré mi jardín más detalladamente y noté las primeras señales de algo irregular y misterioso. El jardín había cambiado casi por completo. Los pequeños árboles que había plantado —y a los que había hecho crecer los primeros centímetros con el cuidado de mis propias manos— ahora habían crecido enormemente y se mostraban hermosos y frondosos bajo el majestuoso y ajeno cielo azul que contemplaba. Otra suave brisa pasó por mi rostro y de pronto sentí profunda curiosidad sobre aquel extraño suceso que había acaecido en mi vida, pues sabía que era física y biológicamente imposible un crecimiento tan rápido… como también un supuesto traslado tan repentino de plantas sin haberlo yo notado de una noche a otra… Me gustaban, me gustan, las novelas de ciencia ficción y lo relacionado a ello. Han sido la pasión de mis tediosos momentos de prolongado ocio; por esta razón me parecía cosa imposible que estas ideas se aplicaran en la realidad. Y aún así aquellos elementos parecían insinuar que había experimentado una idea tan bizarra como irreal, que se había asomado inmediatamente en mi cabeza: un viaje en el tiempo hacia el futuro. El creer algo así como posible era absurdo, pero me absorbía por completo de curiosidad y de un irrefrenable deseo de creerlo. Revisé con detectivesco detalle mi habitación, pero encontré casi todo igual a como estaba en el pasado; y aunque habían ciertos objetos que parecían cambiados de sitio o que simplemente antes no se encontraban, no encontré elementos que pudieran demostrarlo definitivamente o sacarme de una vez por todas de mi error. Decidí entonces tratar de aventurarme hacia el piso de abajo, en busca de respuestas más satisfactorias a mis fundadas sospechas, ya que dormía en un piso superior. Lo primero que noté al salir de mi habitación fue el grueso pestillo en la esquina superior izquierda de la puerta, por afuera de mi cuarto. Significaba aquello, para mi sorpresa, que cualquiera podía darse el lujo de encerrarme y tenerme atrapada. Inmediatamente traté de asociar aquello a mi extraño día y mi posible viaje temporal. Pensaba en todas aquellas maneras de atravesar los portales del espacio-tiempo de los viajeros; pero el que venía a mi mente con mas saña era el que yo entendía como un “traspaso completo en el tiempo”, desapareciendo el viajero de su época original y apareciendo años más tarde en aquel mismo sitio… y todo ello sin explicación aparente o racional. Luego pensé en el lógico temor que podría haberse tenido a entrar a aquella habitación por quienes fueran ahora los dueños, pero inmediatamente recordé que mis cosas seguían allí, casi intactas. Antes de investigar más a fondo aquel atemorizante hecho y mis extrañas reflexiones decidí, y con los movimientos más silenciosos posibles, ir al primer piso de mi casa e inspeccionar más a fondo lo sucedido; el descuido de mis captores era una gran oportunidad y quizá podría entender todo lo que sucedía antes de que tuviera de terminar de manera fatal. Ya solo afuera del cuarto se notaban los cambios; estaban expuestos en el suelo, en las puertas, en cada muralla. Cuadros de toda índole y fotografías en blanco y negro colgaban de las paredes de aquella casa que apenas se parecía a la mía propia. Bajé con sigilo las escaleras y encontré más sorpresas, entre ellas la aparición de un televisor en la sala de estar. Me costó mucho darme cuenta de aquel simple hecho. Era completamente diferente a los que conocía (y recién estaban entrando al mercado en mi época), pero no me atreví a encenderlo en vista de los ruidos delatores que podría ocasionar. Al adentrarme en la cocina, que se veía en gran desgaste comparada con todas las otras habitaciones, fui hacia el pequeño cajón de los utensilios y tomé posesión de un cuchillo que guardé cuidadosamente entre mis ropas, con el cual tenía la intención de defenderme en caso de lo peor. Luego, revisando con cuidado las otras habitaciones quedé sumamente impresionada de poder ver y experimentar cosas nunca vistas antes por mí. Había aparatos pequeños que almacenaban música, maquillajes exclusivos, y las formas y colores futuristas eran todos absolutamente absorbentes y atractivos. En un momento incluso me atreví a mirar por una de las ventanas que daba a la vieja calle… y entonces los vi: Hermosos automóviles que se asemejaban a píldoras de lo aerodinámicos que parecían, con colores nunca antes pensados en mi tiempo, avanzaban a toda velocidad por las calles de la ciudad del futuro. Altamente impresionada y entusiasmada con lo visto y experimentado empecé a imaginarme cómo sería vivir en aquella época… pero fue entonces cuando sentí un ligero dolor en la cabeza. Recordé repentinamente a la gente que estaba dejando atrás, recordé a mis padres… e incluso a mi prometido, con el que me casaría pronto. Me di cuenta de que no importaba cómo fuera el futuro, debía regresar a mi época, debía volver a por ellos. Recordé que mi amado, precisamente, había pasado la noche en mi casa el día anterior a todo esto… eso sí, en piezas separadas por orden de mis padres que el accedió sin reproches. Las dudas surgieron en mi interior… ¿Sería posible que hubiera viajado conmigo? No quise hacer esperar la respuesta y, con el mayor silencio posible, fui acercándome a la habitación en la cual él debía de haber pasado la noche. Ahí estaba, con el rostro hacia la pared y durmiendo todavía. Habíamos tenido una noche tensa con mis padres por los asuntos de la boda y le había permitido quedarse en casa con nosotros durante la noche. Al aproximarme a él no pude evitar actuar un poco impaciente por lo vivido y le sacudí, contándole lo que había visto. Aún así, se veía bastante renuente a despertar. Una vez que sentí que despertaba le hablé otra vez sobre lo visto de una manera que considero fue demasiado apresurada, haciéndole caer como una lluvia todas las ideas y cosas que habían pasado. —Déjeme dormir por favor, señora—fue lo que me dijo, para mi completa y auténtica sorpresa, pues parecía encontrarse aún bajo aquel delirio del sueño, en el que hablamos tonterías en un estado de casi total inconsciencia. —Cariño, ¿de qué estás hablando?… Soy yo, ¿Es que acaso estás ciego? —dije bromeándole, sonriéndome ante la situación—. Ven conmigo, quiero mostrarte lo que he visto. Pero al voltearse, abrir los ojos y despertar por completo al momento en que decidí tomar su brazo se apartó de mí, y tomando distancia, inmediatamente profirió en gritos de auxilio. Me di cuenta entonces de que ese hombre no era mi novio… sino alguien o algo más que probablemente había tomado su forma para engañarme. Retrocedí aterrorizada… pero ya era demasiado tarde. Personas llegaron rápidamente y me retuvieron lo más fuerte que pudieron… ¡Me habían capturado! Hice uso de todas mis fuerzas… pero era inútil intentar resistirme. Me llevaron a la fuerza de vuelta en mi habitación y cerraron la puerta. Había vuelto a ser su prisionera al escuchar el sonido del pestillo correrse, atrapándome ahora en la habitación, y dejándome con miles de preguntas aún sin responder. ¿Quién o qué eran exactamente aquellas personas en realidad? Lo desconocía por completo, pues en base a todo lo experimentado ya en nada ni nadie podía llegar a confiar. Pasaron unas cuantas horas en las que me recosté en mi cama a meditar al respecto, un poco más tranquila; cuando se escuchó nuevamente el ruido de pasos y del pestillo al correrse. Aquellos humanos —al menos en apariencia— reaparecieron todos juntos en la habitación-prisión. Dijeron que querían hablar. Tristeza se veía en sus rostros, y algunos tenían la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, como si no tuvieran el valor de mirarme a la cara. Lo que dijeran podía ser interesante, así que presté cuidadosa atención a las palabras de quien parecía ser el encargado de hablarme, un hombre adulto, un poco mayor que yo: —Pido disculpas por como la tratamos hace un rato. Me temo que nos tomó por sorpresa —dijo el adulto, en tono afligido—, pero necesita saber la verdad sobre lo que está sucediendo… responderemos a sus dudas… pues ya las sabemos. —Entonces díganme que está pasando aquí… ¿Por qué estoy encerrada?, ¿Por qué ha cambiado todo a mi alrededor?, ¿Donde están mis seres queridos?. Ya que responderá mis preguntas, no sólo quiero saberlo… ¡Sino que exijo saberlo!—exclamé, intentando mantener mis modales pero aún así estando claramente alterada por todo lo pasado. —Si me permite hablar sin interrupciones, le explicaremos todo. No nos recuerda, pero nosotros somos parientes suyos. La “encerramos” porque estamos esperando una confirmación para internarla. Usted tiene alzheimer avanzado y por ello no nos recuerda. Nosotros… somos sus hijos. Silencio… era la respuesta absoluta en medio del caos en el que ahora todo se había convertido. No podía creerlo… no debía creerlo… ¡Debía ser mentira! Quedé completamente impactada por semejante posibilidad… y entonces instintivamente miré mis manos, aún incrédula. Y para mi horror éstas estaban terriblemente arrugadas y viejas. Me sentí entonces en un cuerpo ajeno al mío ¿Quién era yo realmente? Corrí entonces en búsqueda desesperada de un espejo en el cual poder confirmar aquellas palabras. Y al mirarme en el reflejo, oh Dios mío, apiádate por favor de esta alma atormentada… ¡Me vi a convertida en una decrépita anciana! En ese instante, cualquier vestigio de cordura que hubiera conservado en ese momento, y que me permitiera recordar mis actos, se esfumó como una brisa en el aire. Pues caí bajo el hechizo de un frenesí inexplicable provocado por lo imposible… por lo horrendo e inexplicable. Por lo inaceptable… Cuando recuperé la conciencia estaba de vuelta en mi cama tal como había despertado en la mañana. Creyendo que lo pasado había sido sólo una pesadilla, intenté levantarme, para darme cuenta del enorme cansancio que esto acarreaba. Entonces me di cuenta que nada había sido producto de mi mente y que realmente era una miserable anciana con amnesia… A pesar de todo el esfuerzo que significaba, decidí por el bien de mi cordura intentar asumir por el momento aquel cruel hecho que una vez más quería arrojarme por la horrible y sanguinaria boca de la locura, al empezar a sentir ya el deseo del señor del Caos en mi interior. Llamé a gritos a quien fuera que pudiera acudir a mi. Necesitaba saber un par más de cosas… Cuando apareció uno de ellos, el cual era para mi desgracia aquel mismo hombre que me había revelado aquel horror, no pude evitar romper en llanto; siendo consolada por este hombre que decía ser uno de mis hijos. Toda mi juventud, todos mis sueños, todo lo que quería ser y vivir… todo perdido para siempre. Por un simple error había quedado la puerta abierta la noche anterior. El chico con el que había tenido el encuentro era mi nieto y me había casado con mi novio, el cual había muerto de cáncer hace un par de años atrás. A esas alturas yo ya tenía la enfermedad y apenas podía recordarlo. Lloré y seguí llorando. El dolor era mucho. El adulto por su parte me consolaba… dijo que todo estaría bien mientras él estuviera cerca. Esto, por supuesto, ni siquiera podía confortarme una décima parte de todo el dolor que sentía y no podía sentir ninguna cercanía ni estima hacia aquella persona, aún cuando pudiera haber sido verdaderamente un hijo mío. Después de un rato, en el que quiso dejar que me recuperara de la pena, vino otra vez con comida para mí y aprovechó de hacerme entrega de un diario. Al abrirlo pude descubrir para mi espanto que estaba escrito por mi propia letra. Este gesto, además de destruir toda esperanza de una pesadilla, o de alguna otra irrealidad, me demostró la absoluta y triste realidad de mi situación. Me dijeron que hace unos días había perdido este diario que leía cada vez que despertaba, y que esto hacía mi vida algo más llevadera. Desgraciadamente, esta desaparición habría provocado los sucesos que acaecieron. La idea, curiosamente, la habían sacado de una película de humor que habían visto hace unos años atrás. Ya me olvidé del nombre. Y así terminaron las cosas para mí: Condenada en este cuerpo de anciana para siempre, e incapaz de recordar aquel pasado que tantas páginas en este diario parecen rememorar parcialmente o a veces buscar al igual que yo. Cuando miro mis manos… cuando me miro al espejo, no me reconozco a mí misma. Es como estar en un cuerpo ajeno en otro tiempo. Pero ya nada puedo hacer, salvo escribir hasta que incluso esto haya olvidado o hasta que la muerte quiera llevarme lejos de todo este dolor y lamento. Les he pedido a estas amables personas que parecen preocuparse de corazón por mí y mi salud que mantengan cerrada la puerta otra vez para evitar que les pueda hacer daño a ellos o a mí misma. Tristemente aceptaron a mi petición, y no creo volver a verlos otra vez. Yo por mi parte trataré, con el uso de este diario, de vivir… ——————————————————————- ¿Creer o no creer? Es como si otra persona hubiera escrito aquellas palabras anteriores. ¿Es que realmente soy esta… cosa? ¿Qué pasó conmigo? Solía ser una simple joven… ¿Cómo puede ella simplemente aceptarlo? Es mi letra, lo reconozco. Pero toda esta situación me es inaceptable. Asumirlo me desola, me destroza. El sueño lo compartimos… ¿Es eso? No comprendo. No comprendo nada. Espero que la otra mujer —mi otro yo— que lee estas líneas lo comprenda. Porque para mí esto es la muerte. Todo esto es la muerte misma; llevándose un trozo de mi alma cada vez que el olvido me ataca. ¡Alma! ¿Realmente tengo una? Quisiera creerlo. Pero todavía no comprendo nada… Es hora de dejar de escribir. Es hora de morir… ———————————————————————- ¡No! Esto no puede ser morir… ¡No puede ser posible! He visto esta vejez y esta decrepitud. He sentido la agonía, pero esto no puede ser morir. Esto es peor que eso, peor que la muerte. Lo que escribo está dejando de tener sentido… ¿La vejez me está afectando? ¿Hace cuanto tiempo habré escrito la entrada anterior? ¿Realmente hay más gente en esta casa? ¿Me han abandonado, quizás? Veo comida en una bandeja. Probablemente vienen de vez en cuando y se apenan de mi progreso. Internarme, ¿No? Eso decía yo unas cuantas entradas atrás. No comprendo… ¿Qué pasa conmigo? Yo no soy así. No puedo deducir ya ni las cosas más fáciles. Es como si mi cerebro se estuviera derritiendo. Dolor. No aguanto más… ———————————————————————- Miedo. Encontré un cuchillo de cocina escondido en mis viejas ropas. Seguramente no lo notaron o no lo han echado de menos. Miedo. Debe haber una forma de regresar al pasado y abandonar este asqueroso cuerpo de anciana. Miedo. Puedo sentirlo, incluso ahora, como la muerte asoma sus horrendos ojos a través de la ventana. ¡No me llevarás contigo, inmunda! Me abriré paso fuera de este lugar… ¡¡Aunque deba derramar sangre para ello!! Miedo. ——————————————————————— Vida Dolor Muertos Sangre partes Olvido temporal razón cordura perdida comida gente casa nO morIr No mOrIr no MoriR no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir no morir………… ——————————————————————– aaurghj saou mauoch poeininsoaidmai jorrt gaoud polizz leeathh mieeie aaaouths aouf hierrr aahiuuuuhdennnmeee puorr fooavvorr niuooooohhhh eisshtya iez leeaaa lagghuuneaa neiivgrrraa!! ————————————————————– Apenas percibible por la mayoría de los lectores, en esta última entrada escribe para pedir un desesperado auxilio ante su condición en constante degradación. Cabe mencionar que se presume escrito en dos idiomas distintos; aún cuando no hay registros de que la autora supiera escribir en inglés, y pese a que el escrito esté claramente distorsionado. Se necesita más investigación para confirmar esta hipótesis. Esta entrada es la última que puede entenderse. Producto del quiebre mental, todas las demás entradas que le suceden, cinco en total, tienen las páginas arañadas o rotas, caracteres ininteligibles esparcidos sin coherencia y rayas sin sentido a lo largo de las páginas. Éstas están presentes no sólo en el diario sino también en toda la habitación y las contiguas donde ocurrieron los asesinatos.

La Puerta del Baño

Cuenta la leyenda que hace muchos años el conserje del colegio San Blas en una revisión rutinaria de las instalaciones de la escuela, encontró el cadáver de la señora de la limpieza tirado en el baño en un gran charco de sangre… Cuenta la leyenda que hace muchos años el conserje del colegio San Blas en una revisión rutinaria de las instalaciones de la escuela, encontró el cadáver de la señora de la limpieza tirado en el baño en un gran charco de sangre. Tenía la ropa llena de rasgaduras y heridas y le faltaban trozos en la cara como si hubieran sido arrancados a mordiscos. Aterrado, llamó a la Policía y los policías se llevaron el cadáver, al parecer había muerto tras varias horas de crueles torturas. Nunca se descubrió al culpable y la memoria de lo sucedido fue pasando de generación en generación de estudiantes, que contaban la historia entre burlas y sin darle la mayor importancia. Actualmente se dice que, si te encierras a solas en el baño, puedes sentir como la mujer toca la puerta… Si cometes el error de abrirle, su espíritu atormentado entrará y te torturará del mismo modo que lo hicieron con ella. Pedro y sus amigos siempre habían creído que la leyenda era una chorrada y se burlaban de uno de sus amigos que insistía en que él una vez estuvo solo en el baño y le tocaron la puerta. Hasta que hace unos días se celebró en el colegio la fiesta de fin de curso… Pedro estaba hablando con un amigo y le dijo que le esperara un rato mientras iba al baño. Curiosamente no había nadie cerca, algo poco habitual porque el colegio estaba lleno de gente por la fiesta, y fue allí donde se acordó de la leyenda. Haciéndose el gallito con la valentía del que se ha tomado alguna copa de más decidió ponerle el seguro a la puerta para comprobar si la historia de fantasmas era cierta. Pretendía burlarse de los demás por un miedo infantil que él consideraba de cobardes. Una vez hubo cerrado la puerta del baño se acercó al inodoro y, como queriendo rematar el asunto, cerró también la puerta del pequeño cuartillo en que tenía que hacer sus necesidades. De pronto escuchó unos golpes secos en la puerta y a pesar de su supuesta valentía se asustó tanto que fue como si una mano helada le apretase el estómago. Con la voz entrecortada preguntó: ¿Quién es? – Tratando de que no se sintiera el miedo en su voz. Ya algo repuesto pero aún con miedo volvió a preguntar: “¿Quién es?”. Nadie le respondía, además se había hecho un absoluto silencio, tan absoluto que ni siquiera se escuchaba el ruido de la fiesta. Por su cabeza rondaban mil ideas ¿Cómo podía haber entrado alguien si él cerró con llave y comprobó que se encontraba solo? Los golpes volvieron, y como queriendo convencerse a sí mismo de que alguien se había encerrado para hacerle una mala jugada, lanzó un grito entre enfadado y atemorizado. “¡¿Quién es?! ¡No jodan!”. Armándose de valor, miró por debajo de la puerta y sintió que se le paraba el corazón al ver que no había nadie al otro lado de la puerta. Impulsado ya no por el valor sino por el terror que nos hace correr para sobrevivir, abrió violentamente la puerta del baño y, justo en el momento en que pretendía salir, se giró tras oír una voz de mujer detrás de él. Al hacerlo pudo ver una mujer totalmente cubierta de sangre que con los brazos extendidos intentaba alcanzarle mientras arrastraba una de sus piernas parcialmente devorada. Totalmente bloqueado por el miedo Pedro perdió la orientación y en su carrera se golpeó la cabeza con el marco de la puerta quedando inconsciente. Minutos más tarde despertó mientras varias personas le rodeaban tratando de reanimarle. Su amigo al escuchar un fuerte golpe en el baño decidió acercarse a ver que había sucedido y le encontró en el suelo inconsciente. Todos tomaron su historia como la de un borracho que no recordaba lo que había sucedido. Pero en su pierna había una marca inequívoca de que la leyenda era cierta. Un mordisco con la forma de una dentadura humana. Tal vez si su amigo no hubiera llegado a tiempo él mismo hubiese formado parte de la historia de la mujer asesinada en el baño.Cuenta la leyenda que hace muchos años el conserje del colegio San Blas en una revisión rutinaria de las instalaciones de la escuela, encontró el cadáver de la señora de la limpieza tirado en el baño en un gran charco de sangre… Cuenta la leyenda que hace muchos años el conserje del colegio San Blas en una revisión rutinaria de las instalaciones de la escuela, encontró el cadáver de la señora de la limpieza tirado en el baño en un gran charco de sangre. Tenía la ropa llena de rasgaduras y heridas y le faltaban trozos en la cara como si hubieran sido arrancados a mordiscos. Aterrado, llamó a la Policía y los policías se llevaron el cadáver, al parecer había muerto tras varias horas de crueles torturas. Nunca se descubrió al culpable y la memoria de lo sucedido fue pasando de generación en generación de estudiantes, que contaban la historia entre burlas y sin darle la mayor importancia. Actualmente se dice que, si te encierras a solas en el baño, puedes sentir como la mujer toca la puerta… Si cometes el error de abrirle, su espíritu atormentado entrará y te torturará del mismo modo que lo hicieron con ella. Pedro y sus amigos siempre habían creído que la leyenda era una chorrada y se burlaban de uno de sus amigos que insistía en que él una vez estuvo solo en el baño y le tocaron la puerta. Hasta que hace unos días se celebró en el colegio la fiesta de fin de curso… Pedro estaba hablando con un amigo y le dijo que le esperara un rato mientras iba al baño. Curiosamente no había nadie cerca, algo poco habitual porque el colegio estaba lleno de gente por la fiesta, y fue allí donde se acordó de la leyenda. Haciéndose el gallito con la valentía del que se ha tomado alguna copa de más decidió ponerle el seguro a la puerta para comprobar si la historia de fantasmas era cierta. Pretendía burlarse de los demás por un miedo infantil que él consideraba de cobardes. Una vez hubo cerrado la puerta del baño se acercó al inodoro y, como queriendo rematar el asunto, cerró también la puerta del pequeño cuartillo en que tenía que hacer sus necesidades. De pronto escuchó unos golpes secos en la puerta y a pesar de su supuesta valentía se asustó tanto que fue como si una mano helada le apretase el estómago. Con la voz entrecortada preguntó: ¿Quién es? – Tratando de que no se sintiera el miedo en su voz. Ya algo repuesto pero aún con miedo volvió a preguntar: “¿Quién es?”. Nadie le respondía, además se había hecho un absoluto silencio, tan absoluto que ni siquiera se escuchaba el ruido de la fiesta. Por su cabeza rondaban mil ideas ¿Cómo podía haber entrado alguien si él cerró con llave y comprobó que se encontraba solo? Los golpes volvieron, y como queriendo convencerse a sí mismo de que alguien se había encerrado para hacerle una mala jugada, lanzó un grito entre enfadado y atemorizado. “¡¿Quién es?! ¡No jodan!”. Armándose de valor, miró por debajo de la puerta y sintió que se le paraba el corazón al ver que no había nadie al otro lado de la puerta. Impulsado ya no por el valor sino por el terror que nos hace correr para sobrevivir, abrió violentamente la puerta del baño y, justo en el momento en que pretendía salir, se giró tras oír una voz de mujer detrás de él. Al hacerlo pudo ver una mujer totalmente cubierta de sangre que con los brazos extendidos intentaba alcanzarle mientras arrastraba una de sus piernas parcialmente devorada. Totalmente bloqueado por el miedo Pedro perdió la orientación y en su carrera se golpeó la cabeza con el marco de la puerta quedando inconsciente. Minutos más tarde despertó mientras varias personas le rodeaban tratando de reanimarle. Su amigo al escuchar un fuerte golpe en el baño decidió acercarse a ver que había sucedido y le encontró en el suelo inconsciente. Todos tomaron su historia como la de un borracho que no recordaba lo que había sucedido. Pero en su pierna había una marca inequívoca de que la leyenda era cierta. Un mordisco con la forma de una dentadura humana. Tal vez si su amigo no hubiera llegado a tiempo él mismo hubiese formado parte de la historia de la mujer asesinada en el baño.

La casa de mi tía

No estamos solos en este mundo. Cada día me convenzo más de ello. ¿Qué hace que unas personas puedan contactar con seres de otro plano y otras no? ¿Acaso son ellos los que deciden quién puede verlos? Con el tiempo me doy cuenta de que contra más cercanos a la muerte, más sensibles nos volvemos. Solos vinimos y solos nos iremos, pero por el camino hay almas perdidas, desamparadas, que intentan agarrarnos de la mano, quizás para aferrarse a este mundo, quizás para intentar mostrarnos lo nunca revelado, lo que una vez muertos nos encontraremos. A lo largo del tiempo he vivido extrañas experiencias, he sido testigo de visiones que contadas por un ser cercano, son aún más aterradoras. Hace unos años decidí pasar una temporada en casa de mi tía, una mujer de 72 años con la cabeza muy bien amueblada pero delicada de salud. Vivía en una casa de campo a veinte minutos del pueblo donde yo me crié. Un carácter indomable junto con una rígida educación, hacían de mi tía una persona especial. Era sin duda una mujer fuerte pese a la fragilidad de su cuerpo. Su rostro, de formas delicadas, permanecía siempre con un semblante serio y sus ojos, pequeños y celestes, reflejaban la absoluta soledad. Nunca se casó, tampoco tuvo hijos, aunque según ella, los últimos años de vida los pasó rodeada de niños… Me trasladé por un tiempo a su casa para cuidarla y para pensar un poco en lo que quería hacer con mi vida. A mis treinta y dos años y tras un desengaño amoroso, necesitaba aislarme una temporada y reflexionar sobre qué rumbo debía tomar para encauzar de nuevo mi camino. Estaba anocheciendo. El coche se abría paso por el camino de piedra y una hilera de árboles entrelazaba sus ramas formando un arco espectral a modo de bienvenida. Los faros del coche iluminaron al fin la vieja casa de mi tía. Era un caserón antiguo con pórticos de madera y una fisonomía un tanto tétrica. La abrupta vegetación rodeaba el camino de entrada dándole un toque misterioso. Cuando bajé del coche, vislumbré la silueta de mi tía esperándome en la entrada con los brazos abiertos. La casa disponía de cinco habitaciones: dos en la planta baja y tres arriba. No había apenas luz y los muebles eran muy antiguos. Yo me instalé en la habitación del fondo, la contigua a la de mi tía en la planta superior. Era una habitación sencilla con una cama de muelles, una mesita y un viejo armario carcomido. Pensé que con el tiempo le daría algún toque personal para hacerla algo más acogedora. Al bajar las escaleras, durante un segundo, una fría corriente de aire me rozó la nuca, como la caricia de una mano helada. Seguí bajando los peldaños y esta vez un olor inconfundible me hizo esbozar una sonrisa, mi tía había cocinado su especialidad para celebrar mi llegada. Nos acomodamos en la mesa de la cocina, al lado de la chimenea. Cuando me dispuse a servir la cena mi tía se extrañó de que sólo hubiese llenado dos platos. Me miró de reojo, se levantó y llenó un plato más. -¿Para quién es ese plato tía? -Para él, me ha dicho que tiene hambre. Nadie se sentó en la mesa con nosotras, pero algo me hizo pensar que no estábamos solas. Me costó mucho conciliar el sueño aquella noche. Oía ruidos en la planta baja, pasos en las escaleras y ronquidos entrecortados procedentes de la habitación de mi tía. No me atreví a salir de la habitación, pero estaba segura de que había alguien más rondando por la casa. A la mañana siguiente le pregunté a mi tía si ella también había escuchado ruidos extraños durante la noche. -Claro hija, son ellos, pero saben que estás aquí y se esconden. -¿Pero quiénes son? ¿los conoces? - No. Son niños, hay cinco o seis y me molestan, me hablan todo el día y por la noche no me dejan dormir. A veces rascan mi puerta para que salga y se meten en mi cama o abren todos los grifos de la casa para que me enfade. Por un momento pensé que la soledad había afectado seriamente a mi tía haciéndola desvariar e imaginar cosas imposibles. Me sorprendió mucho lo que me dijo pero más me aterró ver que todas las camas de la casa estaban deshechas. Alguien había dormido en ellas. Fueron pasando los días y aunque no siempre sucedía algo, yo estaba totalmente alerta, inquieta, pues creía que alguien entraba en casa para asustarnos. En una ocasión, llegué a casa y me encontré a mi tía sentada frente a otra silla. Estaba completamente pálida. -Le has asustado. -¿A quién? -Al niño que había aquí sentado. Se ha ido corriendo hacia allí. Mi tía señaló el oscuro pasillo que llevaba a la habitación del fondo, el trastero. Me acerqué lentamente y abrí la puerta con cuidado. Sólo había trastos viejos agolpados unos con otros. Aún así, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Cerré la puerta y me apresuré de nuevo al lado de mi tía que entre llantos me dijo que estaba harta de esos niños. Estuvo toda la tarde jugando con ellos para que no se enfadaran y al oír la puerta salieron corriendo porque no quieren que les vea. Ella encendía el televisor y ellos lo apagaban. Cuando les reprochaba su actitud, los niños la zarandeaban para hacerla caer. Me dijo que vivía muerta de miedo y que gracias a Dios que había llegado yo… así al menos se marchaban un rato. -Tía ahí no hay nadie, estabas hablando sola. -Sabes que no es verdad, están todos en la habitación, pero no quieren jugar contigo. Me han dicho que tú también los oyes pero que aún no quieren que les veas. Mira, el niño que estaba aquí sentado se iba a tomar ese vaso de leche. Efectivamente, en el suelo, junto a la silla, había un vaso de leche aún caliente. Aquel día fue el último que pasé en aquel caserón. Aquella noche escuché arañazos en mi puerta y como si alguien se apoyara en ella esperando a que salga. Mi tía estaba enferma, pero no estaba loca, sabía muy bien de qué hablaba. Ella siempre decía que los muertos están donde quieren estar y que a esos niños les gustaba estar allí. Ella hacía lo imposible para que se fueran, pero nunca lo consiguió. Dos años más tarde, una vecina la encontró muerta en la cama, con el rostro desencajado y un peluche entre las manos. Yo nunca llegué a ver nada, pero sin duda, sentí a esos niños. Escuché sus risas y sus arañazos en las puertas. Durante ese tiempo me convencí de que no, no estamos solos y que si ellos eligen vivir contigo, si quieren que les veas, los verás y te será imposible deshacerte de ellos.

lunes, 24 de febrero de 2014





Hola! queria comentarles que estuve pensando en hacer videos narrando historias
si les interesa! podrian mandarmealguna historia que les gustara para ser narrada! :)
aaah y aparte queria mostrarles esto!... este sera el intro que usare en cada video que grabe!
se que es muy sencillo! y no piensen que asi seran las narraciones de sencillas..
bueno si quieren pueden dejarme aqui sus historias y yo las narrare!
saludos!

El parque

Desde siempre me ha agradado caminar o rondar entre la oscuridad simplemente acompañado por la luz prestada de la luna, aún desde aquel día en que sucedió tal tragedia… Nunca terminé de superar ese hecho, pero hubo otro que me perturbó un poco más mis días errantes sobre la tierra….Fue hace unas semanas cuando me sucedió algo un poco aberrante… Después de las tragedias siempre se espera que la tormenta se atenúe un poco más, que avance rauda y poder ver quizás un rayo de luz, algo de esperanza, pero en este, mi caso, no fue así…en realidad empeoró. Podría decir que es a veces curiosa la existencia humana, nuestros hábitos y adicciones que son parecidas a un placebo para aliviar tristes y amargas monotonías diarias. En mi caso siempre fue el caminar de madrugada, no hay nada como el silencio tan abismal que se percibe a altas horas de la noche en la cual eres sólo tu y el mundo, tu y la luna…y nadie más. Es curioso cuando te gusta caminar en la profunda penumbra de la noche, entre las mismísimas tinieblas que proyectan formas por doquier acelerando el palpitar más calmado y valeroso, pero hubo una vez en que dejé esta adicción aún cuando quedé con una duda tan inmensa que no pude continuar haciéndole compañía al astro lunar. Con paso firme y tranquilo, noté de lejos y curiosamente, a una niña meciéndose en una hamaca de un abandonado parque en la zona más lejana de la ciudad, la cual antes yo solía habitar debido a mi extraño traslado. Me fue llamativo cuando sin darme cuenta aquella pequeña se apareció a mi lado y me miró penetrante y fijamente sin decir más que un leve murmullo casi inaudible, mientras sólo se percibía el susurro húmedo del viento cargado de rocío y de pronto alaridos de angustia y dolor… La chica desapareció trotando por la calle con risas macabras que rompían el silencio y dejando un rastro de sangre tras de si…. Quizás no sea nada del otro mundo, pero llegó a convertirse en algo escalofriante para mi cuando sabes que falleciste días atrás y un vivo te habló…

El fantasma de The Brown Lady

Este retrato fantasma de The Brown Lady es sin duda la fotografía fantasma más famosa de la que se tengan registros. Se cree que el fantasma es el de Lady Dorothy Townshend, esposa de Charles Townshend, Vizconde 2º de Raynham, que habitaron en Raynham Hall en Norfolk, Inglaterra a principios de 1700. Se rumoreaba que Dorothy, antes de su matrimonio con Charles, había sido la amante de Lord Wharton. Charles sospechó la infidelidad de Dorothy. Aunque de acuerdo con los registros jurídicos se hace constar que murió y fue enterrada en 1726, se sospecha que el funeral fue una farsa y que Charles había encerrado a su mujer en un rincón remoto de la casa hasta su muerte muchos años después.
Se dice que el fantasma de Dorothy se pasea por la escalera de roble de la que fue su residencia y por otras áreas de Raynham Hall. A principios de 1800, el rey Jorge IV, durante su estancia en Raynham, vio la figura de una mujer con un vestido marrón de pie junto a su cama. Fue vista nuevamente en 1835 en uno de los pasillos de la mansión Hall por el coronel Loftus, quien estaba de visita para las fiestas de Navidad. Luego de la primera aparición la vio de nuevo una semana más tarde y la describió con un vestido de satin marrón, su piel brillaba con una luminiscencia pálida. También le pareció que sus ojos habían sido arrancados. Unos años más tarde, el capitán Frederick Marryat y dos amigos vieron a “Brown Lady” deslizándose a lo largo de un pasillo, llevando un candil. A su paso, dijo Marryat, ella sonrió a los hombres de “manera diabólica“. Marryat disparó con una pistola a la aparición, pero la bala simplemente pasó de largo.
Esta famosa foto fue tomada en en septiembre de 1936 por Hubert C. Provand y Indre Shira, dos fotógrafos que fueron asignados a Raynham Hall con el fin de tomar fotografías para la revista Country Life. Esto es lo que ocurrió, de acuerdo con Shira:
El Captain Provand tomó una fotografía mientras yo destellaba la luz. Él estaba enfocando para otra exposición; Y yo estaba de pie a su lado, justo detrás de la cámara con el flash en la mano, mirando directamente a la escalera. De pronto percibí una etérea forma velada que bajaba lentamente por las escaleras. Fuertemente emocionado, le grité: ‘rápido, rápido, hay algo’. Apreté el gatillo del flash. Después del flash y del cierre de la persiana, el capitán Provand quitó el paño de enfoque de su cabeza y dirigiéndose a mí, dijo:. ‘¿Porqué todo ese entusiasmo?’
Al revelar la película, la imagen fantasma de la Señora marrón fue vista por primera vez. Fue publicada el 16 de diciembre 1936 en un número de Country Life. El fantasma ha sido visto de vez en cuando desde entonces.

Camino al infierno

Aquella sesión espiritista había salido terriblemente mal. Las luces se apagaron de pronto, y los que rodeaban la mesa se desbandaron a los tropiezos por la habitación, pues de alguna parte, llegaba un sinfín de gritos y lamentos; algunos gritos no eran humanos. Todos sintieron que se encontraban en un lugar mucho más amplio que la habitación en donde estaban, y en la oscuridad los rozaron cuerpos fofos y peludos, y algunas manos intentaron detenerlos. Aquel momento de terror sólo duró un instante, las luces volvieron a encenderse, y todos se miraron horrorizados. Después de esa noche, los que integraron la sesión comenzaron a morir uno tras otro. Ahora Manuel, quien había precedido la sesión, la cual fue idea de él, asistía al velorio del penúltimo integrante. El velorio era en la casa del difunto. En la sala se encontraba el ataúd, y la habitación estaba iluminada por velas, cuyas llamas se hamacaban inquietas debido a una corriente de aire que se filtraba por la ventana. Fuera bramaba el viento, y estaba de noche, y en la oscuridad los árboles se agitaban en torno a la casa. Manuel fue hasta el ataúd, el cual estaba abierto. Al mirar el rostro del difunto, lo vio abrir los ojos y girarlos hacia él. En ese instante la ventana se abrió de par en par, entonces una ráfaga de viento entró en la casa, apagando las velas con rapidez y volteando cosas a su paso. Manuel recordó la sesión, volviendo a sentir un hondo terror, y en la oscuridad alguien le susurró al oído: “Ya vienen por ti”.

La barca de los muertos

En varias creencias del mundo, la muerte se lleva las almas de los muertos en una barca. A ésta se le conoce con el nombre de "la barca de los muertos". Esta leyenda data de la noche de los tiempos, y toma raíz de las creencias que dicen que el alma de un muerto no puede llegar al otro mundo sin puente ni barca. Según la leyenda, esta barca debe ir de playa en playa y de isla en isla, hasta el final de los tiempos, en busca de los cuerpos de los marineros para devolverlos a la tierra que los vio nacer. La leyenda dice que una especie de diablillos fuerzan a los viajeros a entrar en una barca negra, donde se convierten en fantasmas. Cuando la barca está llena, ésta parte con rapidez a una isla desconocida. Esta barca se muestra siempre por los alrededores de un sitio en el cual se va a producir un siniestro. Aparece bajo una forma bastante indecisa al atardecer y su tripulación pega gritos y emite gemidos que al que los oye le hiela el alma. Pero en el momento que intentas acercarte para apreciar mejor la barca, la visión de la barca desaparece. Hay creencias que aseguran que esta barca lleva principalmente las almas de los muertos ahogados en el mar. Y que los lleva a islas desconocidas para el hombre, que nunca nadie ha visto, pero que se existen. Además, las tardes de verano, cuando el viento se calla y el mar está en calma, se puede oír los gemidos de los muertos y el golpe de los remos contra el agua, así cómo ver brumas y sombras desplazarse sobre las aguas sin que haya nada que las proyecte. Pero cuidado, porque si alguien intenta seguir en la mar a la barca que lleva las almas de los muertos, estará condenado a seguirla hasta el final de los tiempos.

LA ENFERMERA SIN ROSTRO

En un hospital durante unos meses hubo bastantes obras para mejorar las instalaciones. Un día ocurrió una desgracia, unos hierros cayeron y pillo a una enfermera, le aplasto la cabeza y murió en el acto. A los meses cuando ya acabaron las obras, el hospital ya se había recuperado de la desgracia que ocurrió. Un día todos los enfermeros de la 3º planta coincidieron en una versión: una enfermera se presento sobre las 3 de la mañana en las habitaciones preguntándole a los enfermeros si todo marchaba bien. Eso no seria extraño si no fuera porque ninguna enfermera a esas horas se paseaba por las habitaciones al no ser que fuera solicitada por algún paciente y sobre todo era extraño porque todos coincidían que esa enfermera no tenia rostro y su movimiento no era como el andar normal de una persona sino que parecía que levitaba. Todos los pacientes coincidían, ya sean niños, ancianos, personas de mediana edad, etc. En esa planta curiosamente fue donde murió la enfermera meses atrás. Ante la incredulidad de los médicos fue contratado un técnico de imagen para ver toda la noche el video de esa planta. Y exactamente a las 3 vio una sombra en el pasillo de esa planta pasando habitación por habitación. Pero el susto fue mayor cuando esa sombra se acerco a la cámara y se puso justo delante de ella. Ocupaba toda la pantalla y el técnico vio a una persona vestida de uniforme de enfermera pero totalmente sin rostro. Durante años en ese hospital ha estado esa figura y parece que así será siempre

Necronomicón: letras de los muertos

Aunque hay muchos escépticos que aseguran que “El Necronomicón” es sólo un tomo fantástico creado por H.P. Lovecraft, lo cierto es que estamos ante un libro que encierra muchos misterios y puede que un fin atterador. Y es que existe un numeroso número de investigadores y amantes de los misterios esotéricos que piensan que estamos frente a un volumen de conocimiento prohibido. El libro está escrito por Abdul Alhazred y argumentan que los que lo quieren destruir, pretenden silenciar lo que el libro puede revelar. Los que han leído o visto el libro, afirman que en él se presentan fórmulas que permitirían contactar con entidades sobrenaturales de inmenso poder. Además, incluye multitud de rituales para resucitar a los muertos ó incluso para viajar otras dimensiones, donde habitan estos seres sobrenaturales. Como vemos su contenido es tremendo. Por ello han llegado a decir de él que con sólo leerlo provoca locura y muerte. El título original del libro era "Al Azif". Azif es un término utilizado por los árabes para designar el rumor nocturno producido por los insectos. Este rumor es una metáfora del murmullo de los demonios. Como ya hemos dicho, la obra fue escrita por Abdul al-Hazred, un poeta de Yemen, alrededor del año 700. Aseguran que era un musulmán poco devoto, adorador de entidades desconocidas que él llamaba Yog-Sothoth y Cthulhu. También cuenta su historia que pasó diez años en el gran desierto que cubre el sur de Arabia, donde dicen que habitan espíritus que protegen el mal y monstruos de muerte. Se dice que Abdul al-Hazred escribió el libro durante los últimos años de su vida. Cerca del año 950, el “Al Azif” fue traducido secretamente al griego por Theodorus Philetas de Constantinopla, que fue quien le otorgó el nombre por el que ahora es conocido: Necronomicón. Tras ello, se cuenta que durante un siglo ocurrieron hechos horribles debido a su influencia. Los sucesos no han sido revelados, pero lo que sí es cierto es que a raíz de lo que fuera que pasó, el libro fue prohibido y quemado. Afortunadamente, parece que no todos los ejemplares fueron destruidos, y que incluso pudieron hacerse nuevas copias del mismo. Lo que es evidente es que el “Necronomicón” ha sido uno de los libros que más impacto ha causado en la sociedad en toda la historia. Mientras para algunos es ficción, para las Sociedades Ocultas es un libro real. Se afirma que muchos de los ocultistas más grandes de todos las épocas lo han estudiado, practicado y comprobado su veracidad y poder.

Psicofonías

Las psicofonías son las voces de los espíritus que se manifiestan a través de registros audio. La primera manifestación de este fenómeno se hizo en junio de 1959 por Friedrich Jurgenson que, después de haber reproducido al revés un registro de un campo de pájaros en Suecia, declaró haber escuchado una débil voz que hablaba de las aves nocturnas. Jurgenson supuso que se trataba de un flujo radiofónico captado, pero sin embargo no había emisora de radio en el lugar donde el registro había sido efectuado. Intrigado, Jurgenson continuó haciendo otros registros en él. Las voces no son audibles en el momento del registro, sino que aparecen en la grabación. La calidad, el volumen y la duración de las grabaciones deben ser aumentadas utilizando una fuente de audio colocada a distancia audible del micrófono que graba. Ésta debe ser una radio colocada entre 2 ondas. Una explicación alternativa sobre la procedencia de las "voces blancas" sería que las psicofonías provendrían de sonidos aleatorios, que serían interpretados como espíritus por gente que espera o quiere escucharlos. Las voces son rápidas, normalmente débiles y a menudo utilizan una gramática inhabitual en un lenguaje muy simple o incluso varias lenguas a la vez. La interpretación de estos registros es a menudo muy subjetiva y difiere según la persona que la escucha. Algunos no escuchan nada y otros escuchan frases completas. Los expertos recomiendan utilizar auriculares, ya que las voces son a menudo muy débiles. Además, una recuperación por ordenador es también muy útil. En los años 1920, Thomás Edison declaró que si los espíritus o fantasmas debieran ponerse en contacto con los vivos, serían más sensibles a las máquinas que a métodos espiritistas. ¡¡El espiritismo no se improvisa!! Una sesión mal preparada puede traerte problemas importantes. Por tanto, antes de intentar lo que sea, te animamos fuertemente a que te documentes completamente sobre el asunto y, sobre todo, sobre el mundo con el que vas a tratar de comunicarte. No olvides estos consejos, pues son fundamentales. El espiritismo puede llegar a ser una técnica peligrosa.

domingo, 23 de febrero de 2014

La canción maldita



Seguramente hayas oído la leyenda de la canción "Gloomy Sunday". Según cuentan las ondas radiofónicas de esta canción tenían el poder de quitar la vida del oyente.

Reszo Seress compuso en 1933 la melodía de "Glommy Sunday". La compuso un domingo sombrío, después de romperse la relación que mantenía con su novia de toda la vida. Su amigo y compatriota húngaro, Laszlo Javor, añadirá la letra a la canción.

La difusión radiofónica comenzó a mitad de los años 30, con un efecto del más funesto. La canción estaba en el centro de una ola devastadora de suicidios: Se encontraron pianistas con la partitura en la mano, anónimos con el disco sonando en su tocadiscos en el momento de quitarse la vida, otros citando alguna parte del texto de la canción en su última carta,... Incluso la joven con la que rompió el compositor, la que inspiró la canción, corrió la misma suerte: El texto fue traducido al inglés con las mismas fatales consecuencias. La canción fue retirada de las ondas.

Difícil distinguir la verdad de la leyenda en esta historia, lo que sí nos queda es una melodía intensa con interpretaciones tan diversas como inspiradas.

A continuación os dejamos un enlace en el que podrás escuchar la fatídica canción. Piénsalo bien antes de pinchar en él. Puede que las consecuencias sean fatales.

Amityville, la casa del diablo

Lo que sucedió en la casa de Amityville es un conjunto de acontecimientos que sobrevienen entre 1974 y 1976 y tienen como escenario una morada situada en el 112 Ocean Avenue, en la ciudad costera de Amityville, sobre Long Island, al norte de New York. La noche del martes 12 al miércoles 13 de noviembre de 1974 Ronald Junior, hijo mayor de la familia DeFoe, asesinó allí con un fusil a sus padres y a sus hermanos y a hermanas mientras dormían. Amityville. Casas fantasma.En 1965, la familia DeFeo se instala en la casa. El padre, Ronald DeFeo, estaba casado con Louise Brigante y tenían seis niños: Ronald Jr., de 23 años, Dawn, de 18 años, Allison, de 13 años, Marco, de 12, John, de 7 años y Jodie 5 años. Según Ronald Jr ., Ronald DeFeo le golpeaba, incluso siendo él ya adulto. Un incidente sobrevino el día antes de los homicidios: Ronald DeFeo y Ronald Jr. fueron vistos por John y su amigo en la entrada del sótano. Ronald Jr. lleva un labio sangrando. El miércoles, 13 de noviembre de 1974, a las 3h 15 de la mañana, Ronald DeFeo Jr toma su fusil calibre 40 y asesina a su padre, a su madre, a sus dos hermanos y a sus dos hermanas mientras que dormían en sus respectivas camas. Según el informe de la policía el 13 de noviembre de 1974, a las 18h 35, la policía recibe una llamada telefónica de Joey Yeswit. La llamada es para señalar que un muchacho estuvo en su bar y le dijo que toda su familia había sido asesinada. Había ido al lugar con el muchacho y otras personas y habían descubierto que, en efecto, los cadáveres de toda la familia se encontraban allí. Diez minutos más tarde, la policía llega al lugar y descubre con horror el homicidio de toda la familia Defoe. Ronald DeFeo Jr afirmará haber pasado la noche en casa de sus padres, pero que al no poder dormir, se fue hacia las 4h 00 de la mañana a trabajar. Había pasado el día trabajando, y, habiendo tratado muchas veces de ponerse en contacto con sus padres por teléfono, decidió ir a verles al final del día y descubrió allí la matanza. A medida que avanzaban los interrogatorios, las dudas de los policías y las contradicciones del hijo mayor, hicieron que los inspectores tuvieran dudas sobre la veracidad de los hechos. Finalmente, después de varias horas de interrogatorio, Ronald DeFeo Jr reconoció sus crímenes. La audición preliminar al juicio se efectuó el 22 de septiembre de 1975. Ronald DeFeo Jr.declaró que era el diablo quien le hizo matar a su familia. Escuchaba voces que venían de la casa que le decían:"MÁTALOS, MÁTALOS A TODOS". Pero Ronald DeFeo Jr. fue condenado a 6 penas consecutivas de encarcelamiento de veinticinco años en la prisión especial de Danemorra. El asunto fue clasificado por los científicos, que se negaron a ver allí otra cosa que una locura criminal. Una vez tras los barrotes de la cárcel, la casa familiar fue puesta a la venta. Pero al estar "manchada de sangre" estuvo desocupada durante varios meses. A pesar del pasado macabro de la gran morada, una nueva familia, los Lutz, se mudan a la casa el 18 de diciembre de 1975. George Lutz, de 28 años, propietario de una compañía, visita la propiedad con su mujer Kathleen. Acaban de casarse y tienen tres niños de sus anteriores matrimonios. Creen haber encontrado la casa de sus sueños y la compran. Conociendo el pasado de la casa, una de sus primeras acciones es pedirle a un sacerdote, el padre Ralph Pecoraro, de venir para bendecir la casa. En el curso de la bendición, el sacerdote dice escuchar una voz fuerte, pareciendo venir de ninguna parte, diciéndole: ¡¡Vete de aquí!! Según los testimonios de los Lutz, desde el inicio de su convivencia allí ocurrieron muchos fenómenos inexplicables. La familia nota variaciones enormes de temperatura. Además, de vez en cuando la casa se inunda de un olor repugnante de un viejo perfume. También se forman manchas negras sobre los lavabos y aparecen nubarrones de moscas a pesar de la temporada invernal. George Lutz es despertado cada noche de su sueño hacia las 3h 15 de la madrugada (hora a la cual el homicidio del DeFeo se efectuó) por muchos ruidos provenientes de la cocina. Pero allí nunca hay nada. vacía. Los niños escuchan ruidos de uñas que arañan las paredes de su habitación. La hija de los Lutz tiene un amigo imaginario: Jodie. Lutz llegaron rápido a la conclusión que la casa de sus sueños era de hecho un lugar de pesadilla. Desde entonces, la casa ha pasado por numerosos propietarios y ninguno de los que la compraron después de los Lutz señalaron ninguna manifestación anormal. Un gran número de los fenómenos descritos por los Lutz encontraron una explicación común. Numerosas contradicciones y deformaciones en las propias declaraciones de la familia Lutz echan, por otra parte, un cierto descrédito a su historia. La ciudad de Amityville no hace ninguna publicidad sobre lo que la población continúa considerando como una vieja leyenda.