publicidad

viernes, 18 de abril de 2014

El Circo

Yo adoraba ir al circo, pero después de lo que me sucedió, aborrezco ir al circo y aún más a los payasos. Era un día corriente en mi ciudad. Mi hermana pequeña y yo habíamos escuchado de que un nuevo circo había llegado y que las primeras 3 funciones eran gratis, pero por supuesto, nadie iba a ir después de la primera función. Mis padres no querían que nosotros fuéramos ya que era un espectáculo en el cuál los niños eran los únicos que podían entrar. Eso nos parecía sospechoso a toda la ciudad, pero había algo hipnótico en ese circo que atraía a todos los niños. La noche de la primera función, mi hermana y yo escapamos de casa para ir al circo, ese ha sido mi mayor error en toda mi vida, el cuál le costó la vida a mi pequeña hermana. El show empezó como cualquier otro, todos estábamos tan emocionados, en eso, apareció un carro miniatura, de esos que utilizan los payasos, ahí fue cuando las cosas se pusieron aterradoras. La música de fondo se empezó a distorsionar, las luces se apagaron de golpe, escuche varios gritos y de pronto se encendieron las luces en una tonalidad escarlata, me di cuenta que mi hermana ya no estaba a lado mío. Del coche bajaron 3 payasos con sonrisas diabólicas, los tres rieron al unísono. Todavía recuerdo esa risa, una risa ronca y hueca, como si se tratase de un león ahogándose. Los payasos corrieron hacia la primero fila y tomaron a cuantos niños pudieron, los metieron al cochecito y repitieron el proceso una y otra vez. Los espectadores trataron de huir pero era imposible, había más payasos custodiando las salidas. Cada vez había más y más payasos. Entre la multitud pude ver a mi hermana llorando en una esquina del circo, fui por ella, la cargué y me di la vuelta y noté que ya no quedaba nadie más. Corrí hacia la salida y mi hermana me susurró al oído: “Ríe, ríe ¡Ríe!” Cuando la vi a la cara, note que esa, ya no era mi hermana, tenía la cavidad de los ojos vacía, brotando de ella sangre, el vestido ensangrentado y una sonrisa de oreja a oreja y un maquillaje blanco. Ella empezó a reír al igual que los payasos que se acercaban a mi alrededor. Pensé, este es mi fin, ¡Voy a morir! Pero no fue así. Un payaso me tomó por la espalda, al mismo tiempo que otro me arañaba el abdomen, dieron la vuelta y me extirparon los ojos, me dejaron botado en un charco de sangre mientras yo reía. No paraba de reír. Salí del circo a rastras de ese lugar diabólico. Le conté a la policía los sucedido en ese lugar. Nadie me creyó. El circo ya no estaba. Me he vuelto loco, soy un esquizofrénico según mis doctores. Pero aún sigo escuchando esas risas, no se van de mi cabeza. Y lo que más me remuerde la conciencia es que “El Circo” pueda ir a tu ciudad a visitarte. Ya te he advertido, pero aún así, se que no escaparas de sus garras, así que solo…¡RÍE! Carta realizada por el paciente #203 Joseph Lincoln 25 de Abril de 1998 Dr. Lawrence Michels

Terror en el baúl

Transitaba por la ruta que me llevaría a la casa de mis padres, a los cuáles no veía desde hacía un largo tiempo. Era la primera vez que iba por este camino y me pareció bueno, pues había pocos autos y podía ir ligero. El único inconveniente era que las estaciones de servicios estaban muy alejadas unas de otras, y un problema con el vehículo me significarían muchas horas de espera. Parecía una tarde que iba a ser soleada, sin embargo y sin previo aviso, comenzó a llover y un gran viento se levantó. Era tan fuerte que lograba mover el auto hacia un costado; incluso hasta tenía miedo de que me hiciera chocar con otro vehículo que viniera del lado contrario. También hacía agitar las hojas de los árboles de tal manera que me mareaban y lograban desconcertarme. Pasaron los minutos; la lluvia se hizo más fuerte y ya no podía ver los letreros que pasaban a los costados. El manejar se me hacía cada vez más dificultoso e incluso el volante se me escapaba de las manos, como si el viento mismo condujera el auto hacia mi destino. El caer de las gotas de lluvia sobre el auto era tan intenso que no me dejaban escuchar ni siquiera el motor, entonces encendí la radio. Oí en las noticias que los vientos superaban los ciento veinte kilómetros por hora y por esto, decidí disminuir la velocidad. Creía que yendo más lento no tendría ningún problema conduciendo, pero me equivoqué. De repente un golpe seco se sintió sobre el parabrisas y un alarido retumbó, pero fue acallado rápidamente por la lluvia. El miedo me invadió, pues había atropellado a alguien. Frené y detuve el motor. Me quedé inmóvil en el auto; me pareció que pasaron unos minutos y miré hacia el parabrisas: había sangre, pero ninguna marca de un golpe… Mi mirada permanecía sobre la sangre. Parecía que la fuerte lluvia no quería que olvidara que agonizaba alguien afuera, pues no lavaba la mancha. Abrí la guantera muy nervioso, tomé el impermeable y me lo puse. Jamás había tardado tanto en abrir la puerta del auto… tenía miedo de enfrentarme a la realidad. Ya afuera comencé a buscar a quien había atropellado, pero ni siquiera había rastros de que algo hubiera pasado allí. Estuve unos minutos recorriendo el lugar, pero no encontraba nada. ¿Podía ser que lo que atropellé se haya escapado? Regresé al automóvil y sorprendido, vi manchas de sangre sobre el asiento; pero rápidamente me tranquilicé, pues seguramente cuando abrí la puerta del auto las gotas sobre el parabrisas habían entrado. Encendí el vehículo y continué con mi camino. Me auto convencí de que no podía haber sido una persona lo que había atropellado, pues nadie en su sano juicio estaría a merced de esta tormenta infernal ni tampoco en una ruta completamente vacía. Ya me sentía mejor, casi no estaba nervioso, pero no sabía que esto recién comenzaba… El auto se detuvo justamente cuando un aterrador rayo se disparó desde las nubes. Había combustible, las baterías estaban cargadas, el auto era nuevo… ¿Cómo es que se detuvo? Tampoco había forma de que arrancara, los intentos por hacerlo eran en vano. Me bajé del auto sin impermeable, pues no me importaba, igualmente estaba todo mojado. Logré llevar el auto fuera de la ruta y luego entré nuevamente. En ese momento decidí quedarme a dormir allí, pues ya oscurecía. Comenzaba a dormirme, pero un extraño ruido me despertó. La lluvia había parado y ya era de noche. Miré hacia el asiento trasero, pero no había nada, entonces me quedé atento, esperando otra vez ese ruido. Pasaron varios minutos y nuevamente se repitieron. Estaba desconcertado, me intrigaba saber de dónde provenían los ruidos y entonces decidí salir del vehículo. Miré el auto desde todos los ángulos, no parecía haber nada anormal, hasta que noté que de la cajuela un hilo de sangre se desprendió. En voz alta me dije “¿Todavía quedó sangre de lo que atropellé?” Era imposible, pues la colisión había sido de frente. Vi algo que se movió dentro del auto, y no tuve dudas, alguien estaba allí. Abrí la cajuela para buscar un hacha que siempre llevaba, pero no se encontraba. Mantuve los ojos abiertos y dirigidos al coche; nuevamente vi un movimiento en el interior e instantáneamente el corazón comenzó a latirme fuertemente. Tomé un palo del suelo para pegarle a lo que hubiera dentro del vehículo y sin esperar, abrí la puerta trasera, pero alguien saltó sobre mí, tirándome al suelo. Lo pateé y logré verlo. Tenía el rostro horriblemente desfigurado, pero lo que más me aterró fue que en sus manos sostenía el hacha que me faltaba. Conseguí desprenderme alejarme de él y corrí hacia el campo desierto. Llegué al alambrado, pero la desesperación hizo que me quedara enganchado entre sus púas. Intentaba liberarme, mientras miraba cómo el maniático se acercaba con el hacha en sus manos. Finalmente me libré, y corriendo de un lado hacia otro, esquivándolo, llegué hasta el auto. Saqué de la caja de herramientas un martillo grande y me dirigí hacia el sujeto. Me encontraba frente a frente con el maniático. Él con su hacha y yo con mi martillo. Estábamos solos los dos, sin nadie a nuestro alrededor. De un salto trató de llegar a mí, pero le arrojé el martillo sobre su cabeza y el golpe lo desplomó. Estaba inmóvil y creí que lo había desmayado. Me acerqué lentamente. Tenía una gran marca amoratada en su frente. Parecía un hombre de unos cuarenta años y estaba desfigurado, pero no era por el choque. Salté cuando vi que sus ojos se abrieron, pero parecía que no podía moverse demasiado. Me quedé observándolo un rato, esperaba que muriera. Recordé que tenía un recipiente con gasolina en la cajuela y fui a buscarlo, pero cuando regresé, el sujeto ya no estaba tirado. Giré y miraba hacia todas partes; parecía que se había perdido o que se lo había tragado la tierra, hasta que al fin lo vi bajo el auto, y todavía sostenía el hacha en su mano. Sentía el agudo silbido del viento, el cual parecía que aconsejaba deshacerme del tipo. Entonces me agaché y tomé el hacha sin mayor resistencia, pues él ya había muerto. Arrastré el cuerpo hacia la zanja y lo rocié con gasolina. Encendí un fósforo y se lo arrojé. Me quedé mirando cómo el cuerpo ardía y cada parte se chamuscaba. Era tan intenso el calor, que las hojas húmedas por la lluvia igualmente se encendían. Trataba de tranquilizarme, pero sabía que a esta hora de la noche cualquiera podía ver este gran fuego desde lejos. El cuerpo se calcinó y, con ayuda de algunas ramas, logré hundirlo en un gran charco de lodo que había unos metros más adelante. Regresé al coche y después de dos intentos, encendió. Continué mi camino. Estaba totalmente agotado y llegué a una gasolinera. Llené el tanque, pues quedaban muchos kilómetros por recorrer todavía. Transcurrió el tiempo, ya era de mañana, y llegué a un cruce, donde los agentes de Recursos Naturales estaban haciendo un control, pues en esa época, estaba prohibida la caza de algunos animales. Como pocos venían por ese camino, estuvieron un rato largo observando el vehículo, incluso revisaron la cajuela y dialogaron entre ellos, mientras yo leía un catálogo que me habían entregado. Finalmente, después de diez minutos uno de ellos me dijo: – ¿Estuvo cazando? – No, ¿por qué lo dice? – Es que veo manchas de sangre en su vehículo. – Ahh… Sucede que en la tormenta atropellé algún pequeño animal, pero no le hizo daño al auto. Pasaron segundos, el agente me miró fijamente a los ojos y yo a él. Finalmente me dijo con frialdad: – Queda usted detenido. Al sentir esas palabras el cuerpo se me heló, y sólo me preguntaba para mí ¿qué sucedía? Y en unos segundos, más palabras me destruyeron por completo: – Hallamos un cuerpo carbonizado en la cajuela.

El Sr. Bocón

Durante mi niñez, mi familia era como una gota de agua en un gran rio; Nunca permanecíamos en un solo lugar por mucho tiempo. Nos mudamos a Rhode Island cuando tenía 8 años, y permanecimos ahí hasta que fui a la Universidad en Colorado Springs. La mayoría de mis memorias son de cuando vivía en Rhode Island, pero hay fragmentos en mi mente de los muchos hogares en los que habite, cuando era mucho más joven. La mayoría de estas memorias son poco claras y sin sentido – Como el perseguir a otro niño en el patio de una casa en Carolina del Norte, intentar construir una balsa detrás de un departamento en el que viví en Pennsylvania, y cosas como esas. Pero hay un puñado de memorias que permanecen tan claras como el vidrio, como si hubiesen ocurrido ayer. Vivíamos en una casa en las afueras de la bulliciosa ciudad de New Vineyard, Maine. Era una casa grande, en especial para una familia de tres. Había una serie de cuartos que estaban totalmente desocupados, a los cuales no entre durante el tiempo en el que viví en esa casa. Supongo que era un desperdicio de espacio, pero era lo único que pudo rentar mi papa que le quedar cerca de su trabajo. Recuerdo que, en el día después de mi cumple años, tuve una fiebre tremenda. El doctor dijo que tenía Mononucleosis lo que, para mí, significaba más fiebre y no poder salir a jugar por al menos, tres semanas. Era un momento terrible para estar atado a la cama; Estábamos empacando para mudarnos a Pennsylvania, y la mayoría de mis cosas ya estaban dentro de cajas, dejando mi cuarto casi vacío. Mi mama me traía agua mineral y libros varias veces al día, los cuales servían como único entretenimiento durante estas semanas. No recuerdo exactamente como conocí al Sr. Bocón. Creo que fue una semana después de que diagnosticaron la Mono. Mi primera memoria de la pequeña creatura fue de cuando le pregunte su nombre. Me dijo que lo llamara Sr. Bocón, porque tenía una boca enorme. De hecho, ahora que lo pienso, todo en su cara era enorme en comparación a su cuerpo- Su cabeza, sus ojos, sus arrugadas orejas-. Pero su boca, sin duda era lo más grande. Te pareces a un Furby”, le dije mientras miraba uno de mis libros. El Sr. Bocón se detuvo y me miro extrañado. “¿Furby?, ¿Que es un Furby?” – Me pregunto. “Tú sabes… El juguete peludo con orejas enormes, lo puedes acariciar y alimentar, casi como una mascota real.” “Oh!.. Tú no necesitas uno de esos. No es lo mismo que tener un amigo real”. Recuerdo que el Sr. Bocón se desaparecía cada vez que mi mama iba a mi cuarto a revisarme. Se ocultaba bajo mi cama y me decía: “No quiero que tus papas me vean, tengo miedo de que ya no nos dejen jugar juntos”. No hicimos mucho durante los primeros días. El Sr. Bocón, solo veía mis libros, fascinado con las imágenes e historias. Por ahí del tercer o cuarta noches desde que lo conocí, me despertó con una gran sonrisa en su rostro. “Vamos a jugar un nuevo juego”, me dijo. “Pero tenemos que esperar hasta después de que tu mama venga, porque es un juego secreto”. Después de que mi mama me trajera más libros y refresco, a la hora de siempre, el Sr. Bocón se deslizo desde debajo de la cama y tomo mi mano. “Tenemos que ir al cuarto que esta al final del pasillo”, me dijo. Me negué al principio, pero el Sr. Bocón, insistió hasta que cedí. El cuarto en cuestión, no tenía ni muebles ni tapiz. Lo único que lo distinguía era una ventana del lado opuesto a la puerta. El Sr. Bocón corrió a través del cuarto, y le dio un firme empujón a la ventana, dejándola un poco abierta. Entonces, el, me insistió en que mirara hacia el piso, afuera. Aunque estábamos en el segundo piso de la casa, la caída era más alta debido a que estábamos en una colina. “Me gusta jugar a fingir aquí”, me explico el Sr. Bocón. “Finjo que hay un suave y enorme trampolín allá abajo, y brinco. Si lo crees con todas tus fuerzas, vas a ver qué rebotas hasta acá arriba, como una pelota. Quiero que lo intentes!” “Es muy alto”, le dije. “Pero eso es lo divertido! No sería tan divertido si fuera una caída corta. De ser así, mejor si rebotaras en un trampolín real!” Recuerdo haber jugado con la idea; Dejarme caer en el fresco aire, y rebotar en algo que mis ojos no podían ver. Pero el realista en mí, prevaleció. “Quizás en otra ocasión”, le dije. “No sé si tenga tanta imaginación. Podría lastimarme”. La cara del Sr. Bocón se contorsiono con un gruñido, pero solo por un momento. Decepcionado, se metió debajo de mi cama, donde estuvo quieto el resto del día. La mañana siguiente el Sr. Bocón llego con una pequeña caja. “Quiero enseñarte malabares”, me dijo. “Aquí hay algunas cosas que puedes usar como práctica, antes de que te de tu primera lección”. Mire la caja; Estaba llena de cuchillos. “Mis papas me mataran!”, le grite torrificado de que el Sr. Bocón había traído cuchillos a mi cuarto- Objetos que mis papas no me dejarían tocar nunca! El Sr. Bocón gruño. “Es divertido jugar con esto. Quiero que lo intentes”. Aleje la caja de mí. “No puedo. Me regañaran. Los cuchillos no son seguros para aventarse”. Las cejas del Sr. Bocón se cerraron, molesto. Tomo la caja con los cuchillos, y se metió debajo de la cama, otra vez durante todo el día. Me empezaba a preguntar qué tan seguido se la pasaba debajo de mí. Desde ese entonces, empecé a tener problemas para dormir. El Sr. Bocón, me despertaba en la noche diciéndome que había puesto un trampolín real debajo la ventana, uno enorme que no podía ver en la obscuridad. Siempre me negué y trataba de volver a dormir, pero el Sr. Bocón persistía. Algunas veces, se quedaba a mi lado hasta el amanecer, animándome a saltar. Ya no era tan divertido jugar con él. Una mañana, mi mama fue hacia mi cuarto, y me dijo que tenía permiso de ir a caminar afuera. Pensaba que el aire fresco sería bueno para mí, especialmente después de estar confinado a mi cuarto por tanto tiempo. Con emoción, corrí hacia el patio, esperando poder sentir el sol en mi cara. El Sr. Bocón me estaba esperando. “Hay algo que quiero que veas”, me dijo. Debí darle una mirada fea, porque entonces me dijo: “Es seguro, no pasa nada, te lo prometo”. Lo seguí hasta un viejo camino que corría a través de los bosques detrás de mi casa. “Este es un camino importante”, me explico. “Tengo muchísimos amiguitos de tu edad. Cuando estuvieron listos, lo lleve por este camino. A un lugar especial. Todavía no estás listo, pero algún día, espero, lo estarás”. Regrese a mi casa preguntándome, que tipo de lugar existía más allá de aquel camino. Aproximadamente dos semanas después de conocer al Sr. Bocón, empacaron la última carga de cajas en el camión de mudanzas. Me fui adelante con mi papa, en un largo recorrido hacia Pennsylvania. Había considerado en decirle al Sr. Bocón que me iba, pero aun teniendo 5 años, sospechaba mucho de las intenciones de la creatura, a pesar de lo que me decía. Fue por esta razón que decidí no mencionar nada de mi mudanza. Eran la 4:00 am cuando mi papa y yo estábamos en el camión. Mi papa esperaba llegar a Pennsylvania para la hora de la comida al día siguiente, con ayuda de una larga dotación de café y bebidas energéticas. Recuerdo que se parecía más a un tipo que estaba a punto de correr una maratón, que un tipo que se la pasaría sentado por un par de días. “¿Muy temprano para ti, verdad?” Afirme con mi cabeza, mientras la ponía en la ventana, esperando dormir un poco antes de que saliera el sol. Sentí la mano de mi papa en mi hombro. “Esta será la última mudanza, lo prometo. Sé que es difícil para ti, especialmente estando con esa enfermedad. Una vez que obtenga mi promoción, podremos quedarnos en un solo lugar, y hacer amigos”. Cuando el camión comenzó a moverse, vi la silueta del Sr. Bocón en la ventana de mi cuarto. Parado, inmóvil, se despidió lastimosamente con su mano. No me despedí. Años después, regrese a New Vineyard. El terreno donde se encontraba mi casa estaba vacío, a excepción de los cimientos. Resulta que la casa se quemó algunos años después de que yo y mi familia nos fuimos. Por curiosidad, busque el camino que el Sr. Bocón me enseño, y al encontrarlo, decidí seguirlo. Una parte de mi esperaba que el Sr. Bocón saltara sobre mí de repente, y me espantara dándome un infarto, pero tenía la sensación de que el Sr. Bocón, ya no se encontraba en ese lugar, como si de alguna manera el estuviese atado a la casa que ya no existe. El camino llevaba a uno de los cementerios de New Vineyard.

LA DEMENCIA INDUCIDA DE NABUCODONOSOR

Uno de los grandes personajes del mundo antiguo es Nabucodonosor: Rey de un gran Imperio, constructor de los majestuosos jardines colgantes. Aunque hay mucho que contar sobre sus hazañas y humillaciones; en este artículo me centraré en su locura. Siguiendo la línea conductual de quienes ostentan el poder, en su caso: era el gobernante de la potencia mundial de su época; regía a Babilonia en todo su esplendor, lo que en parte lo condujo a sus enormes cantidades de arrogancia y orgullo. Según el libro de Daniel, -quien pormenoriza detalles que la historia humana descarta- Nabucodonosor se atribuyó toda la gloria por los éxitos de su gobierno, cuando dijo: “¿no es esta Babilonia la Grande, la cual yo mismo he construido para la casa real con la fortaleza de mi poder y para la dignidad de mi majestad?”. Envuelto en onirismo, el Rey Babilonio había soñado con un árbol inmenso, que se hacía fuerte y todos los animales del bosque acudían a él en busca de sombra. Un vigilante, es decir, un ángel ordenaba en el sueño de Nabucodonosor: que cortaran el árbol, y que tan solo dejaran su tronco con las raíces en la tierra, y con una atadura de hierro y cobre. Además, proseguía el ángel: “Y con el rocío de los cielos sea mojado, y con las bestias del campo sea su porción hasta que siete tiempos mismos pasen sobre él”. El profeta Daniel pasó a continuación a interpretarle al Rey la primera parte del cumplimiento del sueño: “Te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo tu morada será, y la vegetación es lo que te darán aun a ti a comer tal como a toros; y con el rocío de los cielos tu mismo estarás mojándote, y siete tiempos mismos pasarán sobre ti”. Al cabo de un año, el altivo rey perdió la cordura. Empezó a comportarse de forma extraña: como un animal. En consonancia con el sueño profético, “su cabello le creció largo como plumas de águila, y sus uñas como garras de pájaro”. Algunas personas han elucubrado que el comportamiento de Nabucodonosor pudo tratarse de un desorden mental conocido como: Licantropía clínica. En este síndrome siquiátrico, el individuo cree haberse convertido en un animal. Inclusive, se comporta como tal: come como la bestia, gime, gruñe o se arrastra. En el caso de Nabucodonosor, llegó a vivir a la intemperie. ¿Se imaginan al otrora esplendoroso rey, convertido en una bestia? El clima de Irak, donde se asentaba la antigua Babilonia; las temperaturas pueden subir hasta los 50° Centígrados durante el verano. Mientras que del invierno, puede adueñarse un frío congelante. Fueron siete largos años que le duraron al Rey este trastorno; los suficientes para que sus uñas le crecieran tanto, que tuviesen la apariencia de garras de pájaro y el cabello se asemejara a plumas de águila. Los escépticos han contraatacado la versión de Daniel con argumentos débiles a mi parecer. Una de las arcillas cuneiformes desenterradas en las ruinas babilónicas alude de manera diáfana a la locura de Nabucodonosor. Este documento bautizado como el Job de Babilonia, fue citado por el erudito John E. Goldingay. En el texto se atestigua los castigos que Dios le infligió, la enfermedad, la humillación, la búsqueda de la interpretación de un sueño sobrecogedor, que le derribó como a un árbol, el ostracismo, que comió hierba, la pérdida del juicio, que actuó como un buey, la lluvia que Marduk trajo sobre él, el deterioro de las uñas, la larga cabellera y las cadenas que llevó, así como el posterior restablecimiento, por el que alaba a dios”. Razonando un poco, si el servicio de inteligencia norteamericana “hacía” experimentos para el control mental como el famoso proyecto MK-ULTRA, utilizando soldados, prisioneros y agentes. (Entre los recursos que se usaron en dicho proyecto para el lavado cerebral, se encontraba el libro: “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger). Entonces, ¿Por qué le hubiera resultado imposible a Dios trastornar la mente de un hombre? Si un hacker puede meterse en una computadora, espiar los documentos que alberga y averiar la máquina ¿Por qué estaría fuera del alcance de Dios manejar desde su morada las neuronas del jactancioso rey y hacer que dejaran de funcionar “correctamente” durante un largo período? Como he mencionado en otros artículos, la Biblia se vale a menudo de la simbología como recurso literario. En el sueño profético de Nabucodonosor, el árbol, en primera instancia lo representaba a él. Los árboles en muchas ocasiones representan a individuos, gobernantes o reinos. En el caso de este rey, como si se tratase de un árbol robusto; fue derribado con esta enfermedad mental, inducido por el poder divino. Lo cual no quiere decir que Dios sea el responsable de las desgracias humanas. En este caso en particular, como en otros que cita la Biblia; Dios metió la mano porque se trataron de asuntos que tuvieron que ver directamente con su Gobernación Real.

viernes, 11 de abril de 2014

LUNA

Eran cerca de las diez de la noche de una fría noche de invierno, en esta ciudad no es común que estando en plena estación invernal haga calor. Pero esa noche era distinto, era una noche que no podía explicar, ¿el por que el cambio de la temperatura tan repentino y por que a pesar del alumbrado publico la espesura de la oscuridad era mas intensa? Yo estaba en casa de un familiar, esperando que el reloj avanzara y mientras más deseoso estaba de que las manecillas giraran con más fuerza, estas acortaban su paso, como presagiando una desgracia tratando de evitarla. No soy alguien que guste ir a un festiva o algún tipo de baile y esa noche no fue la excepción, pero a pesar de ser así, tenía que soportar el hecho de convivir con gente tomada, sudada y en ocasiones violenta, pues a mi hermana le gusta divertirse en ese ambiente. Yo no había ido a ese festival, pero acordé llegar a las once de la noche por ella, para irnos a casa a descansar, lo que yo no sabia es que esa iba a ser una noche inolvidable para todos. Volví a mirar el reloj y por un momento me pareció ver, que aquella caja mecánica que llevaba tiempo colgada en aquella pared, había detenido su curso, volví a clarear mis ojos de un parpadeo y pude notar como el indicador que muestra los minutos, iba cambiando pesadamente al siguiente numero romano. –Las once menos quince- me dije yo, así, me despedí de mi abuela y salí de su casa bajo la negrura de aquella extraña oscuridad. El baile se había llevado acabo como a ocho cuadras cerca de la casa de mi abuela, caminaba por una calle anterior a la principal e iba observando. La calle estaba húmeda, había llovido y las temperaturas habían bajado bastante, pero lo extraño era que a pesar de lo nublado que estaba el cielo, se podía ver perfectamente la luna llena en todo su esplendor, parecía que las nubes se habían puesto de acuerdo para que esa noche, todos pudiésemos observarla. Entonces un viento extraño y frío se coló por mi cuerpo, me abroché la chaqueta y seguí adelante. Una noche con ese alo de misterio sólo me hacía pensar una cosa, “peligro”. Doblé una esquina para tomar la calle principal cuatro cuadras antes del baile, miré el reloj y noté que eran las once menos cinco, -Dios mío, me va a matar mi hermana-. Pensé al momento que apresuré el paso, casi a dos cuadras antes de llegar, algo me llamó la atención, no soy de las personas que miran el suelo cuando caminan, pero esa noche no había nada que observar alrededor, sólo podía mirar la luna y el reflejo de ella en el agua estancada de las calles. Me detuve a observar detalladamente que era lo que brillaba en aquel encharcamiento, una sonrisa me vino al rostro casi inmediatamente, yacía ahí tendida, en aquella agua semi-lodosa, un brazalete de oro, con pequeños diamantes rojos y aun a pesar de estar sumergida en aquella agua sucia, pude notar un tenue olor al perfume de una mujer. Me quedé un rato mirándole fijamente y pensando, -¿Quién podría haber sido la portadora de este hermoso objeto? Un desfile de imágenes pasaron por mi mente, creando la mujer ideal para el uso de tan radiante objeto. De pronto una voz conocida me sacó de mi pensamiento, trayéndome a la realidad de golpe, exclamando: -¡que puntual eres! Te estoy esperando desde hace diez minutos-, era mi hermana que ya venía en camino, miré nuevamente el reloj y eran las once con diez minutos, me pregunté yo mismo: -¿Cuánto tiempo perdí observando e imaginando?-, no me percate de la hora en ese momento y perdí la noción del tiempo. Entonces le ofrecí una disculpa y le mostré la razón por la cual mi demora, sólo se le quedó viendo, no dijo nada y siguió caminando. Conforme avanzábamos me percaté de uno extraños ruidos a la lejanía detrás de nosotros, parecían gruñidos de perros, hacían ver que estaban furiosos o hambrientos, no les tomé importancia, pues pensé que sólo eran perros callejeros, pero la curiosidad me ganó y volteé para ver que estaba sucediendo. Al principio sólo veía oscuridad, pero poco a poco, entre la ligera niebla podía ir viendo tres sombras de un tamaño enorme, no parecían perros normales, cuando volví a fijarme pude verlos, tres bestias caminando sobre dos patas, mis ojos se desbordaban de puro asombro, no podía creer lo que estaba viendo, era algo sobrenatural. De pronto me vino a la cabeza una antigua leyenda de la zona, la leyenda contaba que unas bestias gustaban de invadir los cementerios y devorar cadáveres, lo recordé, licántropos. Todo esto era increíble, pero en aquel momento no tenía otra explicación para lo que estaba viendo. Le dije a mi hermana, -no es por asustarte, pero voltea a mirar lo que nos está siguiendo-, me respondió, -ya sé, por eso no me quedé a platicar de lo que habías encontrado-, le dije, -si ya lo sabias, ¿Para que rayos no me lo dijiste desde un principio?-, me contestó, - porque ibas a salir corriendo y es mejor que actuemos naturalmente, que crean que no sabemos, que crean que nos están acechando-, lo dijo con una calma que inspiró mucha confianza, pero se me ocurrió voltear nuevamente y observé como esas cosas ya venían en cuatro patas y corriendo, le dije a mi hermana, -será mejor que empieces a correr porque esas cosas ya lo están haciendo-, pero me hizo una señal que me alarmó, me dijo sin pronunciar palabra alguna que hiciera mi vista hacia sus piernas, -¡Oh no!, ¡falda!-, dije con voz alta, estábamos cerca de la esquina que tome anteriormente para dirigirme a la calle principal y recordé que había un edificio de seis pisos en construcción, tenía un enrejado de puntas como protección, entonces le dije a mi hermana, -vete al edificio de enfrente y sube aquellas escaleras y estando una vez arriba, jala hacia ti que ahí estarás segura-, ella me dijo, -¿Y tú?, ¿Qué vas a hacer?-, le dije, -les voy a distraer para que no intenten llegar a ti-. Así pues, pasé las construcciones de aquella protección y subí hasta el último piso, no tenía ni idea de lo que iba a hacer, pero yo tenía que hacer algo, entonces me percaté de una barra de metal parecida a una lanza y me propuse a atravesar a la primera cosa que subiera, estaba apuntando hacia las escaleras pero nada, me decidí a mirar desde arriba por la cornisa y observé un par de esas cosas saltando la protección y subiendo por la pared sin tomar la escalera, entonces pensé, -¿Qué pienso hacerles cosquillas con esta barra?, debo de buscar algo que acabe con los dos de una sola vez-. Por suerte estaba ahí cerca un equipo de construcción que usa gran cantidad de energía eléctrica, que importa, sólo corté el cable con una sierra manual y encendí el interruptor de ese equipo, por donde ellos iban subiendo había un gran charco de agua estancada, si subían y pisaban el agua quedarían electrocutados, pero si no, entonces estaría en graves aprietos, sólo podía rezar y ver hasta donde me acompañaba la suerte ese día. Todo salió como lo planeé, cuando llegaron hasta el último piso, lo primero que pisaron fue el agua, entonces solté el cable y observe sorprendido, como se electrocutaban y se retorcían del dolor al momento que soltaban alaridos desgarradores, me dio miedo, pero era yo o ellos, después cuando ya estaban completamente muertos, conté, -¡dos!, ¿Dónde esta el otro?- desconecté el equipo para no electrocutarme y tomé nuevamente la barra de metal, me acerqué a la cornisa para mirar nuevamente y cuando terminé de observar, sentí una exhalación caliente por detrás, me quedé desconcertado, con los ojos mas fuera de borde, no sé si fue valentía o miedo, pero tomé la barra con todas mis fuerzas y giré rápidamente enterrando la barra hasta el fondo sin dar tiempo de nada, sólo escuché un aullido atroz que estremeció todo mi ser, le había enterrado la barra en el pecho, después de observarlo una fracción de segundo se abalanzó sobre mi, haciéndonos caer por la cornisa, en la caída pude sujetarme de un extremo que sobresalía del quinto piso, pero esa cosa alcanzó a rasgar mi pierna derecha con sus garras, cuando esto terminó me incorporé y observé como esa bestia había caído encima de las protecciones, atravesándolo por la mitad. Fui por mi hermana y nos fuimos a la casa de la abuela, ahí pasamos la noche, al día siguiente decidimos regresar a la construcción, pero no había nada, ni cuerpos, ni sangre, “nada”. Se lo contamos a nuestros padres y les mostré mi herida, sólo dijeron que lo mantuviéramos en secreto. Un extraño suceso, la herida sanó en tres días, de aquellas bestias no se supo nada, pero lo mas extraño, es que después de esa noche; dos noches antes, en luna llena y dos noches después de luna llena, me inyectan sedantes muy potentes. Y mi pregunta es, ¿Por qué?...

jueves, 3 de abril de 2014

La paradoja del sueño

¿Alguna vez has pensado, ha cruzado por tu mente la idea, de que quizá tus sueños esconden algo más allá…más incomprensible, ilógico… paradójico? ¿Quién no recuerda sus sueños? ¿Quién sueña con desconocidos? ¿Quién construye, en menos de ocho horas un mundo completo? Y más aún… ¿quién puede decir que sus sueños, interrumpen la realidad? Acabo de llegar de la escuela, y no aguanto ir a la cocina a tomarme un buen vaso de agua, comer e ir a descansar, es mas ir a dormir toda la tarde, pero no puedo ya que tenía que estudiar para una prueba al día siguiente, así que lastima mente no tuve otra opción de ponerme a estudiar e imaginar al mismo tiempo descansando en mi cama. No era más de las 5 de la tarde, y llevaba el 80% de la materia estudiada, con mucho sueño, decidí hacerme un café, por que después de estudiar, fácilmente la materia se me iría y tendría que volver a estudiar. No tarde mucho en prepararme un café y no podía estar aguantando si ir a acostarme a descansar o tomar una taza de café y seguir estudiando, sin opción fui mejor a estudiar, eran las 7 de la tarde y había terminado de estudiar, aproveché para ir a ponerme el pijama e ir a acostarme. Justo cuando empecé a cerrar los párpados, se me vino la baja del sueño, en donde no tenía mucho sueño, decidí pararme e ir a la cocina a beber un buen vaso de jugo, pero me percate de que había algo diferente en mi casa, mi perro no estaba y la televisión estaba encendida, y mostraba una señora que hablaba pero no tenía volumen. Me acerqué, apagué la televisión, busqué a mi perrito pero no lo encontré y luego, sin recordar, solo fui a acostarme a mi cama de nuevo, porque me había vuelto el sueño. Mientras subía las escaleras, se me hacía eterna y lenta la subida, como si me fuese a caer, en ese caso, solo puse mi mano sobre el barandal y seguí caminando. Me acosté sobre mi cama, cierro mis ojos y en eso me doy cuenta que empecé a soñar. En el sueño estaba en una especie de parque, donde había niños saltando y jugando por todas partes, cuando me doy cuenta que en una banca había un señor sentado mirándome fijamente, me acerqué hacia él y me doy cuenta que es mi abuelo, que había muerto dos años atrás. Justo ese momento desperté en mi cama, y me doy cuenta de que era las 7 con 5 minutos, extrañamente me vino a la cabeza ”como diablos soñé algo tan rápido, si luego bajé a tomar algo y subí muy lentamente”, claro me percaté de que seguía soñando, pero esta vez lo había notado, porque curiosamente, todos los cuadros de la casa estaban volteados hacia abajo, como un especie de mensaje oculto, no le tomé atención, porque no me controlaba en el sueño, subí al tercer piso, que extrañamente mi casa no tenía tercer piso y me doy cuenta que estaba ese mismo anciano que vi en el parque pero estaba tumbado en una cama durmiendo, como si estuviera muerto, ¡Claro! es obvio, murió de anciano en su cama, se me había olvidado, rápidamente, bajo al primer piso, pero no, bajaba, bajaba, y bajaba pero no llegaba al primer piso, no había fin, así que abrí la puerta para salir de la calle y me dirigió hacia una estación de tren abandonada, con lo cual venía un tren hacia mi. ¡Pum! desperté en el suelo de mi cama, había pasado una hora mas tarde y estoy seguro que estoy despierto totalmente. Me fijé en los cuadro, estaba normales, fui hacia el pasillo, no hay escaleras hacia un tercer piso, bajé y era todo normal, mis padres había llegado y me preguntaron como me fue hoy día, yo no les respondí, pasaba algo, algo andaba mal, no reaccionaba yo, mis padres de repente se quedaron fijos mirándome como si estuvieran congelados, en ese momento, escucho el ronquido de una persona, escuchaba como si una persona respirase al lado mío, era un ronquido insoportable, baje corriendo de las escalera y caigo, dando miles de vueltas y golpeándome la cabeza. Abro los ojos, y de sorpresa me quede dormido estudiando, estaba durmiendo sobre la mesa, sin razón ni saber, empecé a recordar los sueños y no pude recordarlos. Tomé mis cosas y subí a mi habitación, hasta que me doy cuenta que en mi habitación había un espejo grande el cual cubría todo el muro, lo mire fijamente y el espejo reflejaba muy mal, reflejaba como si estuviese por decir ”arreglado” para reflejar muy mal, no puedo explicarlo, cuando siento que una mano me empieza a tirar hacia el espejo, la respiración se me iba y no podía respirar, me ahogaba, me asusté muchísimo y de salto desperté en mi cama y mi madre era que me estaba despertando. Cuando realmente desperté, mi madre me contó que cuando estaba dormido, ella sentía que yo hablaba con alguien, había dos voces en mi habitación lo cual ella se preguntaba como había una segunda voz si estaba yo solo, cuando de pronto sentí un vacío existencial dentro de mi, ¡oh no! seguía soñando, como diablos sigo soñando, ¿será que tomé el café?, no lo creo, me mantendría despierto, cuando mi madre empezó a deshacerse, se hacía polvo sobre el suelo, ¿que habrá pasado?, ¿porque no despierto?, ¿será que moriré en el sueño?, o simplemente, ¿un sueño eterno?. Empecé a caer, el suelo se había roto cuando caí en una cama. Aquel cama, era igual al de el anciano que vi en mi casa que tenía tres pisos, no podía moverme, miraba el techo fijamente y empecé a arrugarme como ese anciano que vi, ¿que haré?, ¿será realidad o sueño?, la respuesta era obvia. Es la realidad, otra vez me quedé dormido, estaba agonizando. Soy un aciano de 80 años y tengo cáncer, agonizando toda la noche y sufriendo de nuevo, ¿acaso, seré real o un sueño?

El gato sin ojos

Escribo porque no tengo nada mejor que hacer, porque necesito que sepan la verdad y porque es lo único que él me deja hacer. Lo que ocurrió es tan bizarro, paranormal e ilógico que no podría imaginar que mucha gente crea lo que estoy por contar. Soy un escritor de una editorial muy exigente, justo había terminado una buen libro de auto superación, pero tenía errores y me habían obligado a corregirlos para entregarlo de nuevo una semana después. Siempre fui un amante de los animales y no estoy en mi ciudad natal, vine porque en esta ciudad está el plantel principal de la editorial, solo estoy de viaje y vengo de lejos, no pude traer mis mascotas por lo largo del viaje, estoy en un pequeño departamento sin compañía, iba directo a una tienda de mascotas para conseguir un compañero temporal, y no sentirme solo mientras estaba encerrado arreglando los pequeños errores del libro. Camino hacia el lugar me topé con un gato que no tenía ojos. Extrañamente no me dio miedo, incluso me dio lástima, así que decidí tomarlo. Justo ahora me arrepiento de haberlo hecho. Lo llevé a revisar a con un veterinario para ver que no tuviera algo grave, solo tenía una pequeña infección en la pierna, pero apenas estaba emergiendo, así que fue fácil erradicarla. En la sala del veterinario era fácil notar que yo era el único al que no le daba asco la situación del gato, nunca le puse nombre, tanto por que no me dio tiempo, como que todavía no me quería encariñar tanto con él. Una vez en casa lo dejé que jugara libre por el apartamento. A pesar de estar ciego parecía saber exactamente donde estaba y como moverse por el lugar, no me pareció extraño, solo pensaba en lo prepotente que se habría de sentir el pobre animal. Mientras él jugaba, yo comencé a corregir los primeros errores del libro en mi laptop. Inmediatamente me fui a dormir, todo normal, fue a la mañana siguiente cuando todo comenzó. Créanme o no, cuando desperté, había frente a mi (yo volteando directamente al techo) un hombre viéndome a los ojos, parado a un lado de mi cama, o eso creía que hacía, pues ese hombre no tenía ojos con que verme, solo veía un par de cuencas vacías. Grité como cualquier persona normal lo haría, estaba paralizado, en eso el hombre se deja caer al piso para andar a cuatro patas, se acurruca en una esquina, saca de su bolsa una libreta con una pluma y comienza a escribir. Tuve la fuerza de levantar la cabeza, el hombre no reaccionó, poco a poco me levanté, aprovechando lo concentrado que estaba él en su libreta, me acerqué a la puerta y la intenté abrir. Tenía algo abajo que lo atoraba; intenté sacarlo, cada vez con más desesperación y sin ningún efecto positivo. Me acerqué a la ventana, estaba tapizada de mucho papel de libreta, era la base en la que había comenzado a escribir mi libro, apenas pocos rayos de luz entraban, lo suficiente para iluminar la habitación. Intenté quitarlos pero parecían estar perfectamente aferrados a la ventana, la golpeé sin un buen resultado. Volteé y desde su esquina el hombre me estaba observando fijamente, con la fuerte oscuridad interna de sus ojos. Con mucho miedo y temblando demasiado me esforcé en preguntarle: “¿quién eres?, ¿qué quieres de mí?” recibí un fuerte maúllo a cambio, me hizo pensar un poco y busqué un poco en el cuarto, aun temblando y con su mirada inexistente, fija y penetrante encima de mí. No veía al gato ciego en ningún lado; entonces lo noté: aquello que tanto me observaba era mi gato. Al notar que me había dado cuenta de lo que ocurría, él se me acercó, yo desesperado intentaba alejarme de el en vano, y se arrulló conmigo ronroneando, a estas alturas yo estaba a punto de llorar. Cuando vi que se durmió, intenté pensar alguna solución, en ese momento no pude hacer nada, pues si me movía seguro él se despertaría, sin saber cómo ni porqué, caí dormido. Desperté y él estaba de nuevo en su esquina escribiendo en su pequeña libreta, esta vez volteando hacia mi varias veces para luego continuar escribiendo en su libreta, me levanté, esta vez con más confianza porque noté que él no planeaba hacerme daño. Me dio hambre, entonces volvió el pánico de nuevo, estaba encerrado en mi propia habitación, no podía salir a la cocina, no tenía que comer. Mientras pensaba esto escuché un pequeño crujido, era el estómago del gato: los dos volteamos al mismo punto, su panza, luego él me volteó a ver a mí, sin nada que hacer, y yo con los nervios de punta por su mirada oscura tan penetrante le dije un poco tartamudo: “no puedo salir a la cocina, solo si me dejas salir podremos comer” al oír esto me observó por dos segundos más y volvió a su libreta, pensé y busqué soluciones, no había ninguna, estaba y sigo encerrado aquí, con él. Solo pude pensar en una cosa, en un solo plan: que me rescataran, en menos de una semana la editorial notaría que no aparecí, intentarían contactarme, no respondería, hablarían a la policía e irrumpirían aquí, si el gato pudo volverse humano, o humanoide, o lo que quiera que sea eso, podrá volver a lo que antes fue, entonces parecerá que simplemente me encerré yo solo aquí, y el gato saldrá inocente y atrapará a alguien más. En este momento comienzo a escribir esto, para que cuando entren aquí y me vean muerto de hambre, lean esto y se encarguen del maldito gato. Han pasado tres días de lo último que escribí, muero de hambre y parece ser que él también, pero no hace nada, sigue escribiendo, sigue observándome, pareciera que me analiza, soy su experimento, soy su muñeco de prueba, ¿Qué quiere de mí?, ¿por qué hace esto?, ¿no fui al único al que se lo ha hecho?, quiero salir de aquí, quiero que ese gato se aleje de mí, no le puedo hacer nada, no cambiaría nada, seguiré atrapado aquí si lo mato, debo seguir su juego, terminar su prueba, quizás así me deje salir, quizás así quede en libertad, solo debo esperar, dejarlo a él terminar, no preocuparme y seguir tranquilo, estoy al borde de la locura, ayuda por favor, AYUDA, AYÚDENME, NO QUIERO SEGUIR AQUÍ, AYUDA!” Texto encontrado junto a un cuerpo dentro del departamento, el cuerpo se encontró en la cama, sobre él un gato negro y sin ojos. Al cuerpo le faltaban partes de su piel, debajo de las manos había restos de carne, y lo más espeluznante, parecía que alguien le había arrancado los ojos. Los policías antes de leer esto creían que el estrés había llevado al escritor al borde de la locura, para encerrarse el solo y alimentar a su gato y el mismo con su propia carne, el diario encontrado a un lado del cadáver dio a entender otra cosa. En cuanto los policías entraron al cuarto el gato volteó y los miró con la profunda oscuridad de sus cuencas vacías. Miró fijo a uno de los policías ahí presentes y extrañamente ese fue el único al que el pánico no poseyó, tomó al gato entre sus brazos mientras registraban el lugar. Al irse todos, y antes de que alguien pudiera leer el diario, ese policía se fue directo a su casa con el felino. Desde hace 4 días no se tienen noticias de él ni de su familia.”